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Juan David Escobar Valencia                         

La “casa” de uno de los más grandes genios de la humanidad resultó ser una pequeña habitación con un sofá, una mesa redonda, un estante y la supuesta cuna de su primogénita.

Mi mamá recuerda una visita a Cartagena al santuario de San Pedro Claver, en la que el guía que explicaba la vida y milagros del misionero señaló un sepulcro en donde dijo descansaban los restos del santo, pero que “el esqueleto de cuando era chiquito estaba en un convento en España”. La gente por tonta o por el calor pareció no darse cuenta del absurdo, pero uno comprende que, con tal de sacarle plata a los turistas, algunos extreman las historias o se las inventan, y muchos se las tragan.

Hace unas semanas conocí la ciudad de Berna, en donde vivió unos años el genio de la física Albert Einstein. En esa época era relativamente desconocido, con una hija recién nacida y con un humilde trabajo en la Oficina de Patentes de esa ciudad. Mi familia y yo estábamos muy entusiasmados por visitar su casa porque es uno de nuestros héroes, sin capa, pero con otros superpoderes; aunque yo intuía que no sería una mansión porque el pobre genio en ese momento era más pobre que genio, pero la ilusión es la fuerza gravitatoria más poderosa del universo.

Llegamos a la “casa” subiendo por una estrechísima escalera en caracol donde nos encontramos a la entrada a una señora, mayorcita ella y con marcados rasgos asiáticos, que por el final de la historia y por mis fuentes, creo que se llama Tekito Tueuro. Nos cobró 7 euros por persona, o más, no quiero recordarlo, y apenas entramos nuestra ilusión se desplomó, así como autoimplosiona una estrella que se convertirá en agujero negro. La “casa” de uno de los más grandes genios de la humanidad resultó ser una pequeña habitación con un sofá, una mesa redonda, un estante y la supuesta cuna de su primogénita, con un osito de peluche que llamó mi atención porque pensé: ¿cómo es posible que un muñeco de tela de más de un siglo parezca recién comprado? Yo sé que las cosas de antes son muy finas ¡pero no tanto! Fin del tour. Nos miramos y bajamos con la dignidad más retorcida que la helicoidal escalera. Uno sabe por la teoría que Einstein desarrolló, que el tiempo y el espacio son “relativos”, pero carajo, que estafa tan berrionda.

¿Pero esto qué tiene que ver con viajar en el tiempo? Una de las consecuencias de la teoría de la relatividad es que admite la posibilidad de viajar en el tiempo. Yo no soy físico, pero recuerdo que viajar al futuro no pareciera tener tantas restricciones; en cambio viajar al pasado se considera poco probable porque no está claro si al hacerlo, afectarías y cambiarías la historia. No sé si esa sea la razón, pero para mi está claro que “no es posible viajar al pasado”, ni en un agujero de gusano en clase ejecutiva, porque si así fuera, Einstein lo hubiera hecho hace años y habría hecho meter a la cárcel a la señora esa que nos quitó los euros y abusó de nuestra ilusión.

15 de julio de 2024

Publicado en Columnistas Regionales

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