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Jorge Enrique Pava  

Colombia lo tiene todo: posición geográfica, dos mares, todos los climas y pisos térmicos, petróleo, productos agrícolas, ganadería, comercio, industria, flora y fauna, paisajes espectaculares y sitios turísticos únicos; es un país privilegiado donde el mundo entero podría vivir experiencias inolvidables y en el cual los ojos de la inversión extranjera deberían estar fijados y concentrados. Porque contamos además con gente pujante, aguerrida, emprendedora, amable, trabajadora y visionaria.

¿Pero cuál es nuestra realidad? Abandono, miseria, inseguridad, temor y zozobra. Y desespero porque nuestro presente es incierto y nuestro futuro es aciago; porque cada día nuestras esperanzas se derrumban al ver un gobierno camorrero, revanchista, resentido, guerrerista e incapaz; y nuestros temores se acrecientan al ver los palos de ciego presidenciales y el derrumbe institucional al que nos somete.

Porque no es halagüeño para el empresario o emprendedor, ver que el gobierno es su mayor obstáculo y que todos los días lo gravan con más impuestos y lo agobian exprimiéndolo hasta la quiebra, para que esos dineros honestamente trabajados y luchados vayan a parar a manos de la delincuencia, de la primera línea y del terrorismo… O de los vagos incentivados por el gobierno a través del odio de clases y el resentimiento, generando una dependencia estatal que los vuelve esclavos de la miseria que reciben.

Una Colombia hermosa y con las condiciones excepcionales que tenemos, no merece ser vista por el mundo como el país cloaca al que no se puede visitar porque el turista es asaltado, secuestrado o asesinado; como el país donde sus habitantes son atemorizados por el propio gobierno que estimula la delincuencia para que le arrebate la riqueza al empresario e invada las tierras de quien las ha conseguido con esfuerzo y trabajo; como el país donde el terrorismo y los delitos atroces son protegidos por el Gobierno, y el trabajo honesto es asediado por el Estado; como el país donde ser criminal paga, y ser trabajador o empresario es un karma; como el país donde el rico que ha conseguido su patrimonio trabajando es considerado un oligarca al que hay que odiar y despojar, pero el rico que ha conseguido lo suyo delinquiendo hay que protegerlo y alimentarlo con impunidad, subsidios, curules, ministerios, contratos o dádivas estatales.

Este es un hermoso país que está cayendo rápidamente en la miseria moral y donde el desánimo se apodera de sus gentes. Donde en lugar de explotar nuestros recursos fortalecemos los de los vecinos; en lugar de incentivar el sector agropecuario pretendemos la invasión de sus tierras por delincuentes; en lugar de financiar nuevas empresas, subsidiamos la vagancia y la corrupción; y en lugar de entregar conocimiento impartimos resentimiento.

Afortunadamente estamos despertando y cada vez el ¡Fuera Petro! se impone en todo el territorio; porque la gente buena se está concientizando y lo deja plasmado sin temor en sus manifestaciones, pues se dio cuenta de que la única forma de liberarse de esta izquierda perversa es uniéndose en una sola voz, y trascendiendo hasta otros escenarios democráticos y sociales. Ya la derrotamos en las elecciones de octubre; y así el gobierno pretenda negarlo, se le cierra el espacio contundentemente.

Petristas: por si no se han dado cuenta, el grito de ¡Fuera Petro! significa que el país no resiste más este gobierno, y que abomina los vagos y el indulto a delincuentes y terroristas; que odia las leyes aprobadas con vicios que le dan poder al dictador; que está cansada de la primera línea que amenaza con violar la democracia; y que existe una Colombia que está dispuesta a todo para sobreponerse a la barbarie y defender la institucionalidad que Petro se ha empeñado en destruir. ¡Fuera Petro!, podría parodiar el grito libertario de Milei en Argentina de ¡Viva la libertad, carajo!

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Y tenemos, ¡por fín!, Área Metropolitana. Gracias, Luis Carlos, y demás promotores por liderar esta iniciativa y llevarla hasta el final. Triunfó la sensatez sobre la oposición visceral e infundada. Lástima y respeto, sí, por Chinchiná que democráticamente decidió aislarse de esta unión. Habrá tiempo para reflexionar y oportunidad para vencer tanto prejuicio.

www.titepava.com

 
Publicado en Columnistas Regionales

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