Pero este hecho tiene un significado mucho más profundo: porque no es solamente el inicio de la aplicación de unas disposiciones perversas que se encuentran demandadas ante la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, sino la manipulación de las mismas para que, a través de triquiñuelas jurídicas, se les conceda la libertad a personas cuyos delitos no están ligados a los que originaron las leyes. En este caso, los dos “jóvenes” beneficiados están privados de la libertad por avasallamiento, en hechos cometidos en invasiones de predios en el norte de Popayán en 2022, lo que significa que están por fuera de los beneficios concedidos a los terroristas que asolaron el país durante el mal llamado estallido social del año 2021.
Y si los colombianos nos sentimos indignados por la impunidad para los terroristas que vandalizaron el país; quemaron, torturaron y asesinaron policías; asaltaron establecimientos públicos y privados; destruyeron sistemas de transporte masivo; acabaron con ciudades enteras; detuvieron la economía de Colombia; y cometieron toda clase de aberraciones terroristas, indigna mucho más que el propio presidente de la República pretenda meter gato por liebre y ordene la libertad de sus amigos delincuentes que ni siquiera tuvieron participación en estos hechos. Es decir, nos enfrentamos no solo a la impotencia de ver cómo manipulan desde el legislativo y el ejecutivo los parámetros legales para ordenar la libertad de peligrosos delincuentes, sino además al aprovechamiento ilícito del presidente de estos engendros jurídicos, en beneficio de sus amigos o copartidarios.
Pero más allá de estas consideraciones jurídicas -que de por sí son cansonas-, es doloroso saber que mientras en el mundo entero se captura, procesa y condena al delincuente, en Colombia se premia con libertad y con el pago de un salario. Que mientras la justicia mundial procura ejercer un control sobre el terrorismo y los actos criminales, en Colombia se incentivan mediante impunidad, libertad, perdón y remuneración económica. Que mientras en las democracias se conserva el respeto por los poderes públicos y se defiende su independencia, en Colombia se generan intromisiones “legales”, y reina la inseguridad jurídica por causa de los caprichos del dictador, y de un congreso tramposo que acomoda leyes a última hora para beneficiar a los peores enemigos de la institucionalidad.
¿Qué puede pensar un joven decente desempleado, sin recursos y sin prontuario, cuando ve que su búsqueda de trabajo es infructuosa y que las puertas se le cierran constantemente, mientras a los peores delincuentes les abren las puertas de las cárceles, les dan tratamiento de héroes y el Estado les garantiza ingresos de mínimo un millón de pesos mensuales? ¿Qué puede pensar un soldado, cuya remuneración equivale a menos del 30 % de un salario mínimo, cuando se da cuenta que los delincuentes son adoptados por el Estado y, además de la libertad, los premian con salarios tres o cuatro veces superiores a los de él? ¿Qué puede pensar un policía que expone su vida a diario por defender la nuestra, al ver que quienes quemaron vivos a sus compañeros, incendiaron Cais y trataron de asesinarlo, hoy su jefe supremo impone su libertad y ordena privilegios monetarios injustos y discriminatorios?
Cuando nos pase la anestesia producida por estas fiestas navideñas, vamos a despertar con la resaca de la implantación de una dictadura, y la aparición de unos derechos y privilegios concedidos por el propio Presidente, como recompensa a aquellos vándalos que hace apenas dos años se saciaban con la destrucción del país. ¡Despertaremos con la resaca de unos gestores de paz, que no es más que la injusticia total!
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Concejo culpable
Jorge Enrique Pava Q.
Ante el fracaso estruendoso del alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, y sus hechos de corrupción, desgreño, abuso de poder y descaro administrativo; ante las constantes denuncias en los órganos de control y de justicia que permanecen impávidos, silenciosos y cómplices; ante el inicio de la campaña política para reemplazar al alcalde y demás funcionarios municipales y departamentales elegidos por votación popular; ante el desastre que vive Manizales y el desconcierto de su gente; es hora de posar los ojos en la importancia que tiene el concejo municipal y, a la vez, en la irresponsabilidad que cometemos los electores al entregarle el poder a personas sin capacidades, con pésimas costumbres, con procesos penales, administrativos o disciplinarios pendientes, o con evidentes hechos de corrupción cobijados con la misma impunidad que el alcalde.Porque en 2023, más que nunca antes, debemos fijarnos en las actuaciones de los concejales actuales que aspiran a su reelección, o a ser elegidos en otras posiciones. Debemos mirar los proyectos apoyados, iniciativas absurdas defendidas, presupuestos alcahueteados, silencios cómplices y posiciones complacientes con la peor alcaldía en la historia de Manizales. Y digo que más que nunca antes pues la ineptitud, corrupción, torpeza y actos delincuenciales del alcalde Marín no hubieran llegado hasta el extremo pernicioso que conocemos, si no fuera por la complicidad de estos concejales perversos.
Procederes tan grotescos, absurdos y desfachatados de Carlos Mario, que carecieron del control político adecuado, hacen a estos concejales también culpables de nuestra debacle. Porque la culpa se adjudica también a quienes, teniendo la función de controlar, no lo hacen; a quienes se ufanaron de ser nuestra junta directiva y permitieron con su voto que el alcalde feriara la ciudad; a quienes se enriquecieron con su silencio, y ocasionaron que Manizales perdiera cuatro años; a quienes cobraron sus honorarios mensualmente, pero además se lucraron de las dádivas de un alcalde sucio, pestilente y depravado en lo público; en fin, a quienes teniendo la obligación de controlar, prefirieron unirse a la mafia que nos gobierna, con desvergüenza y carencia absoluta de decoro.
¡Si! Los concejales colaboradores del alcalde actual han pasado de agache ante la sociedad, algunos posando de opositores, pero votando a favor todo lo de la administración; otros, esgrimiendo argumentos que ni ellos mismos se creen, para derramarse en prosa en defensa de su patrón; otros más, mutando sus posiciones cual veletas que giran de acuerdo con los ofrecimientos subrepticios o las dádivas efectivas; y otros sacando pecho ante los medios, pero acobardándose en privado y cediendo a las exigencias del capo mayor.
¿Tendrán estos individuos la desvergüenza de poner su nombre en consideración de los electores el presente año? ¡Seguramente que sí! Porque, al igual que su alcalde, carecen de dignidad, honor e hidalguía, y creen que la sociedad no se da cuenta de la traición a la que la han sometido durante estos tres años.
Afortunadamente en los archivos oficiales reposa la historia real de quienes contribuyeron con su voto a saquear la ciudad, debilitar las finanzas y endeudar a Manizales superlativamente, lo que se traduce en arruinar el futuro de empresarios, comerciantes, industriales, constructores, profesionales, estudiantes y demás personas que creemos en una ciudad de progreso y hoy lloramos su atraso. Esos archivos serán desempolvados y, a manera de inventario, estaremos evidenciando ante la ciudad los procederes de quienes recibieron la confianza de los electores y pagaron con traición. ¿Quiénes, cuándo, cómo y porqué? Lo detallaremos a su tiempo, pues los electores no pueden seguir ciegos ante los coautores de esta debacle que vivimos y que tiende a empeorar.
Pero igualmente lo haremos con aquellos concejales que guardaron prudencia, independencia, decoro, verticalidad y honorabilidad. Porque, aunque fueron minoría, se mantuvieron firmes ante el poder aplastante del dinero y las dádivas ofrecidas u otorgadas por esta mafia. Esas minorías tienen más mérito aún, y deberán ser destacadas. No es fácil llevarle la contraria a un poder que permeó todos los estamentos; y mucho menos nadar contra la corriente en este río de corrupción, podredumbre, pestilencia y detritus en que lograron convertir el “Honorable Concejo de Manizales”.
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Pequeño balance
Jorge Enrique Pava Q.
A esta hora de balances en la que todos los medios se vuelcan a resaltar las cosas buenas y malas de las administraciones, juzgando a los mandatarios según su criterio, o sus gustos, o su simpatía o, en el peor de los casos, su pauta, podemos encontrar aspectos positivos y negativos.
Hoy trataremos de mirar, muy por encima, las administraciones de Caldas y Manizales, partiendo del reconocimiento de las dificultades por las que atravesaron al inicio de su mandato, y por las consecuencias que hoy afrontan por el cambio de gobierno, el alza del dólar, la guerra en Ucrania, la inflación de dos dígitos, el nuevo salario mínimo y la fuga de capitales. Esto, para admitir que a estas alturas, todos los proyectos que se plantearon están encarecidos y, en el mejor de los casos, costarán 30 o 40 por ciento más de lo inicialmente presupuestado.
En la gobernación, vimos cómo los factores mencionados llevaron a entorpecer el desarrollo del programa de vivienda y cómo, a pesar de los esfuerzos y la dedicación, no se ha llegado a la meta. Y, sin dejar de reconocer que se ha hecho entrega de un número considerable de viviendas a cientos de familias caldenses, el balance no arroja los resultados esperados. Pero esto no significa un fracaso rotundo, como lo expresa el senador Guido Echeverri. ¡No! Por el contrario, cuando el senador dice que “buena parte de esas viviendas que se están anunciado como de este gobierno ya habían sido tarea del gobierno nuestro”, reconoce que este problema -el de vivienda- ha sido uno de los más sentidos en el departamento y que se ha abordado con prelación desde tiempo atrás. Y el hecho de que la administración Velásquez lo haya asumido como su bandera, no puede ser minimizado ni despreciado; por el contrario, es de resaltar que, pese a sus dificultades y a las condiciones adversas, la gobernación ha tratado por todos los medios de cumplirlo, y sigue en su empeño sorteando y poniéndole el pecho con fortaleza a sus problemas.
Porque en los demás campos (Industria Licorera de Caldas, Empocaldas, Inficaldas, etc.) es una administración admirable y de mostrar, y llegará el momento de hacer balances detallados para develar los positivos resultados que se presentan. Es, en mi concepto, una gobernación que le ha cumplido a la gente y que tiene la posibilidad de mirar a los ojos a los ciudadanos. Y en la vivienda, si bien no se cumple con lo esperado, deberían las fuerzas políticas del departamento unirse entorno a este programa y, en lugar de despedazar al emprendedor de la idea, entregarle su ayuda y colaboración. Hablamos de Caldas y su gente, y no pueden preponderar el egoísmo político ni los cálculos electorales a la hora de encontrar soluciones colectivas a problemas que muchas veces se salen del resorte del gobernante.
En cuanto a Manizales, no cabría en un artículo la descripción de los desastrosos resultados en todos los campos. Tanto, que redundar en ellos sería perder el tiempo pues, a diferencia de la gobernación, en la alcaldía de la capital, tenemos a un ser mezquino, torpe e incompetente, pero además ciego, sordo y encerrado en una burbuja de la cual no quiere salir para ver la realidad. Serían entonces lágrimas de plañideras que no conducirían a nada.
¿Y qué hay para rescatar entonces?: Aguas de Manizales. ¡Sí! Hay que reconocer que la empresa insigne del municipio se destaca en sus resultados, y así como hemos estado prestos para criticar y denunciar las aberraciones del alcalde en los demás frentes, las cifras de Aguas de Manizales no pueden ser soslayadas, ni las podemos borrar de tajo. Esta empresa, que merece siempre ser defendida por los ciudadanos, hoy genera tranquilidad y pasa por unos momentos increíbles. Y, a pesar de que le corresponde a una administración municipal totalmente alejada de la realidad, seríamos injustos si, por el rechazo que genera el alcalde, incluyéramos a esta empresa dentro de sus desastres. Cómo se nota su ausencia, y qué tranquilidad produce sabiéndolo alejado de su manejo. Ya habrá tiempo para analizar también en detalle la situación de la empresa.