Esa era una voz aislada pero llena de razones económicas, sociales y políticas, y colmada de pruebas y documentos que no solo exponía ante los medios, sino también ante las autoridades y órganos de control y de justicia, que terminaron tapándose los ojos ante las evidencias. ¡Y reinó el silencio! La fuerza de un temor reverencial ante el poder; la distribución generosa de mermelada, contratos, burocracia, dinero y especie, aunada a amenazas veladas o directas que se convertirían en un vergonzoso constreñimiento para favorecer al primo del alcalde en las elecciones al congreso, protegieron al capo Marín, cabeza de la mafia que, desde entonces, está acabando con Manizales.
Hoy, 26 meses después, repito mi solicitud: ¡Renuncie, alcalde! Pero, ¿cuál es la diferencia entre ese momento y el actual? Todo lo que pasaba entonces hoy continúa con mayor ímpetu, y este alcalde sigue demostrando que no es apto para gobernar y que dentro de sus escasos ideales priman el ego, la vanidad y la soberbia; y dentro de sus escasas realizaciones solo se cuentan el enriquecimiento personal, el derroche mediático, el descuadernamiento institucional y el ejercicio de una corrupción descarada, visible y sin reatos. Pero esta ya no es una voz aislada ni solitaria, sino el deseo masivo y manifiesto de una ciudadanía que ve, impotente, como este alcalde destruyó la ciudad, acabó nuestros sueños, estancó el municipio y retrocedió su desarrollo.
Por eso también resalto con alborozo la actitud del Comité Intergremial de Caldas: después de tantos tropiezos que hemos sufrido por causa de la irresponsabilidad de Carlos Mario Marín Correa y después de que existe una voz unánime de ciudadanos que lo rechazan, este Comité Intergremial no solo se manifestó con vehemencia sino que actuó con firmeza renunciando a su participación en las juntas directivas de los entes municipales donde tenía asiento. ¡Algo sin precedentes!
¿Qué más necesita el alcalde para darse cuenta de que su ineptitud tocó fondo, y de que las pocas voces de compañía solo provienen de sus adláteres para seguir esquilmando las arcas del municipio? ¿Acaso cree que, por ejemplo, los concejales que se le han arrodillado, adulado y defendido piensan algo diferente de lo que pensamos los demás manizaleños, y que seguirán exponiéndose y jugándose su carrera política a causa de su desprestigio? ¿O que quienes están en su nómina no se dan cuenta de las constantes estupideces que comete y del peligro que representa para ellos seguirle el juego a sus veleidades?
Los políticos que lo apoyaron en su desquiciada carrera a la alcaldía, hoy lo niegan, rechazan o esconden. Los órganos de control y de justicia que le han guardado la espalda, saben que rebozó los límites y que seguir encubriendo sus fechorías terminará involucrándolos en serios procesos penales y disciplinarios. Sus propios funcionarios se están reventando y dejando este barco porque saben de su inminente naufragio.
¡Sí! Este alcalde está cada vez más solo, y si tuviera algo de dignidad y cordura daría un paso al costado, pues sus locuras, ligerezas, improvisaciones, ambiciones, inclinaciones corruptas, desconocimiento de la realidad, atropellos, abusos, persecuciones y desafueros lo ponen cada vez en un mayor riesgo de que, antes de terminar su mandato, termine ahogado por el cúmulo de procesos penales, civiles, administrativos y disciplinarios que a diario provoca. Alcalde: no le haga más daño a Manizales. Por la dignidad de la ciudad y su supervivencia, ¡Renuncie!