La estrategia de “eliminar al contrincante”, no es más que la utilización de “todas las formas de lucha”, tan común en los grupos terroristas. Y esta vez se trasladó evidentemente a la campaña petrista, y es el propio candidato quien la acepta con alegría y sin asomo de duda. Como la de inducir a la gente en la calle para que, cuando la roben, piense: “hijueputa eso es culpa de Fico”; o la estrategia de que como Petro no puede personalmente tratar mal a Alejandro Gaviria, le dejen esa suciedad a Roy Barreras, que él si lo puede hacer (y lo hace), sin especificar en qué consiste el maltrato y hasta donde llegarán para sortear esa “amenaza electoral que hay que desmontar como sea”.
Y a fe que lo lograron: esa lucha mezquina, violenta, terrorista y degradante desmontó el poder adquirido por Fico Gutiérrez. Fue una estrategia exitosa para sus fines y consiguió derrotarlo sin discusión alguna. ¡Se impuso la suciedad y la porquería! Pero no contaban con que Colombia está definitivamente asqueada de estos procederes y, en las mismas urnas donde quedó evidenciado el éxito de la campaña perversa, se evidenció también que el antipetrismo es más poderoso que cualquier amenaza. Quedó claro que el cambio ofrecido por Petro no es más que una narrativa de terror que hay que erradicar de nuestro país. Quedó clara la manifestación autónoma del pueblo de que hay que impedir por todos los medios democráticos que Petro y sus secuaces criminales lleguen al poder. ¡Y resultaron encartados con la alternativa de Rodolfo Hernández, contra quien están utilizando las mismas mañas y la misma estrategia!
¿Este entonces es el cambio? ¡No! Estas son las maquinaciones de un personaje despreciable que no pierde la esencia de su vida: perversión y mezquindad. Ese es el problema de amnistiar a los delincuentes: nunca dejarán de serlo porque se sienten con el poder de desafiar las instituciones, y porque saben que cuando estas no le funcionan simplemente las desconocen, las destruyen o las incendian. De ahí que la primera línea este amenazando con incendiar el país cuando Gustavo Petro pierda las elecciones del 19 de junio. Y de ahí que haya movimientos estudiantiles preparándose para emprender una guerra urbana, y se cierna sobre Colombia la amenaza de nuevos paros y destrucciones incentivados desde los cuarteles y bodegas petristas.
¡Como será de aberrante lo que ha pasado en esta campaña, que una persona como Gustavo Bolívar, que tampoco tiene escrúpulos y funge de lacayo de su candidato, trinó: “Siento vergüenza de las estrategias de campaña de Gustavo Petro para afectar otros candidatos”! ¿Qué tal?
Ante estas pruebas tenemos que reflexionar sobre lo que hoy está viviendo el candidato Rodolfo Hernández: desprestigio, mentiras, calumnias, desinformación, burlas mediáticas, victimización, acorralamiento físico, amenazas mortales, tergiversación de sus planteamientos y otras tantas aberraciones que tienen origen en los círculos de poder de la campaña de Petro. Y preguntarnos: ¿Colombia merece ser gobernada por alguien que no tiene ningún reato para proceder con métodos tan ruines en la campaña? ¿Colombia merece el infortunio de entregarle el poder a una persona que está demostrando carencia absoluta de escrúpulos?
Hoy, más que nunca, necesitamos conmover a la abstención e invitarla a que salga a las urnas el día de elecciones, pues ese día de pereza será el más costoso de su vida. Será un acto de indolencia que la historia le cobrará con creces por la maldad satánica de Gustavo Petro y su equipo perverso.