Y como se trataba de un debate amplio y democrático, también se escucharon algunas voces que exigen el aborto del proyecto, provenientes principalmente de la veeduría ciudadana y de la defensa del Paisaje Cultural Cafetero. Voces que, siendo válidas dentro de la diversidad, aterran por el sesgo y la radicalidad, y porque se constituyen en una oposición argumental muy similar a la que desde hace años vienen haciendo algunos de los actores que manejaron el proyecto durante los primeros años, y hoy lo atacan supuestamente por inviable.
Y entonces esas fuerzas disidentes concluyen que Aerocafé debe desaparecer del inventario de proyectos, y Caldas debe renunciar a su sueño pues, ante el temor de que la corrupción acabe con los recursos, debemos claudicar en los propósitos; ante la posibilidad de que repitamos los errores del pasado, debemos encerrarnos en el atraso y posponer eternamente las ambiciones; ante el supuesto acecho de las fuerzas políticas al presupuesto de la obra, debemos convertirnos en enemigos del desarrollo y entregar las oportunidades a los departamentos vecinos. ¡Qué tal!
No podemos olvidar que los actores iniciales del proyecto provinieron de sectores privados como la Cámara de Comercio de Manizales, el Comité de Cafeteros de Caldas, la Federación Nacional de Cafeteros y líderes que aún hoy se arrogan el derecho de manejar y controlar empresas como Ideas Más y agrupaciones gremiales representativas. Quienes hoy se oponen con argumentos baladíes, hicieron parte del proyecto durante sus primeros 23 años y tuvieron capacidad de decisión económica y empresarial. Ciudadanos como Germán Cardona Gutiérrez y sus adláteres, fueron impulsores del proyecto y apuraron en su momento la compra de los terrenos donde hoy se desarrollan los trabajos, pero ya argumentan que esos terrenos -que ellos mismos compraron- son inviables e inadecuados. ¡Y sacan pecho satanizando la obra y tratando de favorecer a los vecinos o socios, en actos de deslealtad y felonía con su propia región!
Y la clase política cae en esa trampa. Mientras tratan de defenderse de las sospechas y acusaciones veladas que los enemigos privados les hacen, lo único que logran es ensombrecer a Aerocafé y generarle retrasos y demoras fríamente calculadas. Hay que decirlo claramente, pues son afirmaciones basadas en documentos legítimos: la responsable de la debacle inicial del proyecto es la clase privada caldense; si alguien se ha lucrado económicamente de las obras y de las transacciones incontroladas, es esa misma clase privada; y entonces, si alguien ha perdido autoridad para cuestionar es el privado que, al verse despojado del manejo desaforado de recursos, tendió una cortina de humo tratando de ocultar su inmensa responsabilidad en el fracaso pasado.
Por eso los caldenses debemos concentrarnos es en trabajar unidos para sacar el proyecto adelante. Sabemos que hay errores en los cronogramas de obra y que el tiempo propuesto es incumplible. Pero la solución no puede ser abortar el proyecto ni, mucho menos, caer en la tentación de demorarlo otros cincuenta años. La solución hay que buscarla en la concertación y en el abordaje de la verdad cronológica de realización, y así acabar con especulaciones y razones aparentes de esos opositores que vienen destruyendo el departamento por el solo hecho de no ser ellos los realizadores de las obras. ¡Unidos sí podemos!