Por eso quiero hoy analizar la incoherencia del niño que juega a ser alcalde, y del candidato, su primo, (otro niño tal vez más perverso) que nos quieren imponer vía derroche millonario de dinero, contratos, constreñimiento y métodos aviesos.
Carlos Mario Marín estuvo tres años haciendo rabietas y generando espectáculos deplorables, supuestamente en contra de la corrupción y de los partidos políticos tradicionales, porque ellos, según él, eran la triste representación de los poderes que estaban acabando con la ciudad. Supo manipular una juventud que le entregó su confianza y a gran parte de la población que inocentemente pensó, a la ligera, que alguien que se pronunciaba con tanta vehemencia en contra de los poderes tradicionales, podría ser la solución a su desesperanza. ¡Y votaron masivamente por él! Su votación fue histórica y su triunfo indiscutible.
Se suponía entonces que Manizales empezaba una era alejada del nepotismo, la corrupción, la deshonestidad, el latrocinio y demás vicios que supuestamente padecíamos y que el propio Marín se encargaba de crear, patrocinar y explotar para posar de víctima y, a la vez, de salvador y Mesías. (¿Se acuerdan de Tierra Viva, señalización de tránsito, vigencias futuras, etc.?).
¡Y vaya que Manizales entró en una nueva era! La ciudad empezó a experimentar una renovada vida pública; una administración diferente a todas; unas nuevas visiones; y unos actores inesperados. Una renovada vida pública corrupta, descarada, desproporcionada, prepotente, avasallante, despótica y delincuencial; una administración diferente que se desbordó desde el principio y asumió la regencia de la ciudad como si fuera una empresa privada (SU empresa privada), para abusar del presupuesto y enriquecerse también privadamente sin recato ni consideración; unas visiones de ciudad extrañas que se alejan del progreso y desarrollo, y destruyen la institucionalidad, voluntad, ímpetu, esperanza y sentido de pertenencia; y unos actores inesperados venidos de otras latitudes, como en una nueva colonización pero esta vez no por emprendedores y gente trabajadora, sino por mafiosos cuyos comportamientos nos degradan cada día más.
Y pasan entonces de la alharaca en contra de los partidos tradicionales, a ser los aliados de José Luis Correa (tradicionalmente liberal oficialista y militante del partido que tanto desdeñó el alcalde) y Gustavo Petro (representante de los procederes terroristas, narcotraficantes, corruptos, criminales y desestabilizadores). ¡Y se presentan como el cambio y las nuevas opciones! ¿Qué tal?
¿O será cambio, por ejemplo, la vinculación en una nómina paralela de la secretaria de hacienda del municipio, a los abogados Juan Camilo Puerta y Juan Sebastián Pérez con sendos contratos (2201270314, 2201240163) por valor de $ 25.320.000, el 27 de enero de 2022 (límite de ley de garantías), para la “Prestación de servicios profesionales como apoyo a las actuaciones que se adelanta en el grupo de fiscalización y control de la unidad de rentas en el marco del plan de fiscalización 2022.”? ¿Cuál es el vínculo laboral y profesional de estos abogados con el recién reposesionado Secretario de Planeación, Daniel Quiceno? ¿Cuál es la participación, a través de su firma, en el reciente escándalo mediático que implicó al principal opositor del alcalde, el concejal Julián Osorio? ¿Resultaremos pagando los manizaleños el perjuicio que la volubilidad del alcalde le causó a Daniel Quiceno, al despojarlo de sus pretensiones para entregárselas a su primo? ¡Pobre mi Manizales!