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Luis Guillermo Vélez A.                                                                                              

Con justa razón, amplios sectores de la ciudadanía están aterrados con la posibilidad de que el Pacto Histórico, con Petro o alguno de sus copartidarios, se perpetúe en el gobierno más allá de 2026.

El terror ciudadano ha venido siendo aprovechado por astutos dirigentes políticos —que apoyaron la elección de Petro o colaboraron en su gobierno o cuyos correligionarios votaron y votan aún sus propuestas en el Congreso— para hacer llamados a la unidad de las fuerzas anti-petristas y, supuestamente, salvar la democracia. También se unirán a esos llamados los múltiples “outsiders” que están saltando y saltarán a la palestra electoral.

Como dijo Dick Morris en su Nuevo Príncipe, una candidatura presidencial viable es una mesa de cuatro patas, a saber: una estructura partidista sólida, una propuesta clara y oportuna, un candidato con buena imagen y una financiación abundante. Eso se dice fácilmente, pero los materiales y, sobre todo, su combinación adecuada, no están al alcance de cualquier ebanista de la política.

El mejor ebanista de la política colombiana es Álvaro Uribe. Lo saben sus enemigos, de ahí su empeño en acabarlo con la percusión judicial; sus amigos de coyuntura, que en época electoral buscan la sencilla hospitalidad de su casa, y sus amigos de todas las horas, a los que debería escuchar más. Y, por supuesto, lo sabe él mismo, aunque su exceso de pudor político lo lleve a renunciar a tomar decisiones totalmente naturales en un líder de su condición.

Arrancar con 13 senadores, 16 representantes, 39 diputados, 682 concejales, 447 ediles y presencia organizacional en 794 municipios en los 32 departamentos no es poco para tener una sólida estructura en las presidenciales de 2026. La primera elección de Santos, la primera vuelta de Zuluaga en 2014 y la elección de Duque prueban palmariamente que en hombros de Uribe casi cualquiera puede llegar a tener una imagen presidenciable.

En solo seis palabras, en 2002 Uribe logró sintetizar la esencia del deber del Estado en una sociedad libre:

Seguridad democrática: el Gobierno debe proteger la vida y las propiedades de los ciudadanos sin violar derechos y garantías.

Confianza inversionista: la iniciativa privada libre y segura es la fuente permanente de riqueza y bienestar.

Cohesión social: es una obligación ciudadana ayudar a los menos favorecidos.

Esas bases conceptuales deben ser remozadas y expresadas de manera acorde con las circunstancias actuales y el sentir de la mayoría de la sociedad. Deben ser purgadas de los elementos socialistoides y del estatismo asistencialista que las han contaminado. Fundamental continuar los foros programáticos con los precandidatos, el congreso ideológico y atraer a la juventud libertaria.

No está fuera del alcance del CD definir su candidato en consulta partidista abierta, coincidente con las elecciones de Congreso; resistir a las presiones de quienes quieren sus votos, pero no sus ideas y, menos aún, a sus candidatos y explicarles a los ciudadanos que la unidad fundamental es la de la base electoral alrededor de un programa de libertad, orden y seguridad.

25 de noviembre de 2024

Publicado en Columnistas Nacionales

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