De las desgracias de algunos grandes escritores, que relata Javier Peña, a los discursos y entrevistas de los candidatos Harris y Trump hay una gran distancia en la que voy añadiendo pensamientos que animan mi mente y que, en su interacción, me permite crear ficciones que pueden coincidir con lo real, aunque sean tan solo imaginaciones. Lo vivido por Virginia Wolf, Patricia Highsmith o Alejandra Pizarnik, visto desde el presente, parece sacado de sus mismas obras. Repasar la dolorosa realidad, acompañada de momentos de gloria, en las biografías de estos genios de la literatura ofrece una mirada cruda de lo que puede significar la creación artística. Algunos se empeñan en sobrevalorar la capacidad curativa del arte sin considerar su lado oscuro que el podcast de Peña y su reciente libro, “Tinta invisible “, resalta de las tormentosas vidas de algunos grandes infelices.
En contraste, quienes se dedican a la política, a los que podríamos llamar no grandes infelices sino grandes desgraciados, sus tormentosas vidas que, en el caso de Harris y Trump el programa “Los liberales”, del prepotente pero muy informado Nicolás Morás, le ha dedicado extensos programas, se puede constatar que el final de algunos grandes infelices termina con el suicidio a diferencia de los grandes desgraciados que terminan gobernando nuestro pobre mundo.
Me quiero referir, como lo anuncia el título, a las preguntas incomodas que, en el caso de Harris, han sido muchas y muy molestas para una candidata con rabo de paja y con muy poca capacidad oratoria. Pero eso me aleja de mi intención. Me refiero a esas preguntas que a veces me formulan haciéndome sentir muy incómodo. Voy a compartirles una: ¿Qué me inspira cuando pinto?
Con frecuencia me hacen esa pregunta que me pone nervioso porque no recuerdo haber experimentado esa mágica o sobrenatural manifestación mientras pinto ¿Será que no soy uno de los elegidos a los que un golpe divino los penetra y los anima a actuar con la confianza de estar inspirados? Seguramente no y no puedo negar que si fuera tocado por la inspiración se me facilitaría considerablemente el trabajo que, a veces, se hace muy arduo y pesado. Pero si he experimentado una fuerza interior que me ha llevado a enfrentar retos que surgieron de mi imaginación febril. Está el de la noche de insomnio en mi apartamento en Le Marais en París. Era la una de la mañana cuando me levanté de la cama, fui a mi taller y pinté mis primeros cuadros abstractos ¿Será esto un aceptable ejemplo de haber sido tocado por la inspiración? Tal vez… Otro fue cuando descubrí la frase de Degas “Pintar un cuadro es como cometer un asesinato; es preciso tener previstas todas las coartadas”. Aunque en ese proyecto mantuve elementos de mi pintura anterior, lo que dominaba era la estrategia de juego implantada ahí la que sustentaba teóricamente con lo que extraía del libro de Baudrillard, “Sobre la seducción”, que se encontraba en consonancia con mi situación emocional que me remontaba a cuando realicé “La anfibia ambigüedad del sentimiento”, obra que tuvo un largo y doloroso camino. Se trataba de una tela de doce metros de largo por un metro diez centímetros de ancho que me dio la oportunidad de meterme de lleno en el campo del sentimiento que ya había desarrollado en mi segunda estadía en París.
Hay otros momentos “inspirados” que podría anotar acá, pero quiero acercarme al presente. “La daga clavada” fue un momento delirante en mi trayecto pictórico que ha tenido efectos que llegan hasta hoy, originando miles de dibujos que están regados por todo el taller. Mencionando el taller me viene a la mente el instante de inspiración en el que decidí, en líneas generales, lo que sería la casa taller en La Calera. Fue de un momento a otro que solucioné un delicado y confuso reto arquitectónico.
Antes de continuar debo admitir mi error de despreciar la pregunta tan recurrente sobre la inspiración que siempre contestaba con evasivas y hasta con ironía. Claro que he sido tocado por lo que llaman “inspiración”, no una sino muchas veces y de manera violenta, pero el viaje reciente a Marruecos puedo ponerlo como un ejemplo de “inspiración” a pesar de mi resistencia a darle entrada. En su contradictoria y paradójica acción, ha abierto un camino que estoy recorriendo. El volver a recorrer los pasos perdidos que quedaron interrumpidos por mi inmersión en la figuración, más imaginativa que real, que alteró un desarrollo importante en mi pintura abstracta, y el ejercicio, casi sistemático realizado en Casablanca, de estudiar el libro "Paso a paso” que realicé como parte fundamental de la exposición del mismo nombre del año 2000, han sido una nueva manifestación de la “inspiración”, convirtiéndose en el hilo que me conduce a la salida del intrincado laberinto en el que me encuentro.
He trabajado durante este año en la obra de cinco metros de diámetro que me ha sido encargada, lo que me ha llevado por rutas inéditas. Las alteraciones espaciales para darle cabida a una obra de unas dimensiones que no había emprendido hasta ahora como la construcción de un domo, la reconfiguración de mi taller, la transformación del espacio reservado a una piscina, la fragmentación de la obra y, ahora, mi intención de emprender otra de la misma medida en una condición más favorable al haber recuperado parte de la fuerza que había perdido por mi situación de salud.
Todo este repaso, que podría alargarse, responde tangencialmente la pregunta sobre la inspiración, pero no dice nada de dónde surge ni cómo actúa ese fenómeno del que se vanaglorian los artistas, me trae a la memoria una frase que se me ocurrió hace décadas: El pintor es un idiota iluminado que comete aciertos inesperados.
Le he leído lo anterior a mi hija y me dijo que no había contestado la pregunta. Me prometo hacer otro intento tratando de encontrar respuesta a la pregunta antes de pasar a otras igual de incómodas.