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Eduardo Mackenzie                                                                                  

Hollman Morris, gerente de un órgano audiovisual del Estado colombiano, acaba de dar un paso hacia lo que podría ser una violenta campaña de amenazas contra la senadora de oposición María Fernanda Cabal. Según un video que circula desde ayer en las redes sociales, Morris masculló ante un micrófono que creía apagado, en un acto en Valledupar de simpatizantes petristas, esta terrible frase: “A Cabal la llevo a la cárcel así se me acabe la vida”.

No sé qué desarrollo inmediato tuvo esa declaración. Ignoro si Morris indicó qué motivos tiene para lanzar esa amenaza. En todo caso, esa afirmación de una extrema gravedad aparece como parte de un proyecto más vasto para atropellar a las personalidades políticas más importantes que se oponen al régimen atroz de Gustavo Petro.

El hecho de que Morris haya lanzado esa frase ante un auditorio exaltado permite calificar ese acto como una invitación a agredir físicamente e incluso a tomar la vida de la senadora Cabal. Por eso sería una gran irresponsabilidad subvalorar el alcance de ese anuncio de Hollman Morris y no pedir a las autoridades de policía judicial tomar cartas en el asunto antes de que ocurra lo irreparable.

La senadora Cabal reaccionó sin tardar. En su red social caracterizó esa amenaza como “grave” y como un “desafío al hecho de ser oposición en un gobierno tan cuestionado como el de Gustavo Petro”. Y subrayó que el actual gerente de RTVC (Radio Televisión Nacional de Colombia) abusa de su posición y de ese organismo público para intimidar a los críticos del gobierno.

Curiosamente, en estos días la senadora escribió en una red social: “Que le quede claro al país. Yo soy Centro Democrático, soy fundadora, aquí estoy y aquí me quedo. Seré la candidata de mi partido y lo haré con todo orgullo representando a millones que claman orden y libertad”.

Hollman Morris arrastra desde hace años una vergonzosa fama de perseguidor machista y de violento misógino. En enero de 2019, Patricia Casas, reveló a la prensa ser víctima de “humillaciones, abusos económicos, psicológicos, consumo de sustancias ilícitas” cometidas por él y hasta incidentes de violencia física contra ella y sus dos hijos.

En enero de 2024, se destapó la olla de los hostigamientos y maltratos psicológicos que Morris había hecho sufrir a tres brillantes periodistas mujeres: Carolina Valencia Bernal, Silvana Orlandelli y Lina Marcela Moreno.  Valencia fue secretaria de Morris en el Concejo de Bogotá durante tres años hasta 2019. Orlandelli, era directora de Señal Colombia, uno de los canales que hace parte de RTVC. Lina Marcela Moreno, fue directora del Canal Institucional.

Valencia afirmó que Morris le exigía realizar labores degradantes que no correspondían a su cargo, como ir a comprarle desodorantes y pagar las facturas de servicios del domicilio de Morris. Orlandelli, contó que, desde el ingreso de Morris a RTVC, éste la había hecho sentir “perseguida, insegura, desinformada y vulnerada en [su] derecho de trabajar dignamente”, según relató la revista Semana. Moreno reveló que desde el ingreso de Morris a RTVC como subgerente, éste había asumido actitudes destinadas a crear un clima de malestar y de dependencia frente a él, aunque ella era su superior jerárquico.

Desafortunadamente, la vicepresidenta Francia Márquez salió en defensa solapada de Hollman Morris: se abstuvo de interpelarlo con nombre propio y de pedir siquiera una sanción administrativa para él y exhortó, por el contrario, a las víctimas del individuo a sufrir en silencio y dar “ejemplo al país trabajando decididamente por garantizar espacios seguros libres de acoso laboral”.

Lo de ahora, frente a la senadora María Fernanda Cabal, va más allá de un problema de misoginia: es obvio que Morris rompe todas las barreras y acepta ejecutar instrucciones políticas y actuar como instrumento malicioso del gobierno de Gustavo Petro. Nadie ignora que Petro profesa por la distinguida y valiente senadora del Centro Democrático un odio feroz que él no logra ocultar en sus lamentables discursos.

El Espectador, siguiendo en enfoque inicuo de la vicepresidenta Márquez, se disfrazó de Poncio Pilatos al escribir: “Hollman Morris y María Fernanda Cabal chocan y se acusan de persecución”. Ese matutino olvidó las reglas de la deontología periodística al poner un signo de igualdad entre el agresor, Morris, y la agredida, la senadora Cabal.

Morris y su asesor Luis Montealegre utilizan la técnica de lanzar la piedra y declararse víctimas. Tal duplicidad es indispensable pues el plan de Gustavo Petro es censurar toda crítica, sofocar toda oposición a su gobierno travistiendo las diatribas legítimas en “hostigamientos” que “ponen en riesgo la vida” de los funcionarios.

El diario El Colombiano, en su informe sobre el episodio de Morris en Valledupar, citó a la revista La Silla Vacía. Esta afirmó que RTVC durante el gobierno de Gustavo Petro y durante la gerencia de Hollman Morris “se convirtió en una máquina de propaganda oficial donde no hay espacio para la crítica ni la oposición al gobierno, es decir, en el que no hay espacio para el periodismo”.

En este asunto lo que está en juego es tanto la libertad y la vida de una parlamentaria de oposición como el derecho de los colombianos a tener acceso a una prensa libre de intimidaciones y censuras. En definitiva, el régimen de Petro demuestra una vez más que su meta es destruir las instituciones y las libertades democráticas para erigir en Colombia un sistema de tierra arrasada, idéntico o peor que el de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Eso, claro está, si Gustavo Petro no cae antes por la acumulación de abusos, errores y delitos que el país conoce y que el sistema judicial está investigando.

Publicado en Columnistas Nacionales

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