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Luis Guillermo Vélez Álvarez                                                                         

Cuando estudié economía en la U de A la mayoría de profesores era de tiempo completo. Casi todos trabajaban en investigación, publicaban artículos, dirigían tesis. No les impedía la docencia.

Según la Vicerrectoría de docencia, los profesores de planta de la Universidad de Antioquia dedican a la docencia directa el 13.8 % de su tiempo. Algo similar ocurre en la Nacional y en la del Valle. El grueso de la docencia recae sobre legiones de profesores de cátedra laboralmente precarizados.

Esta situación es el resultado de la aplicación durante más de 20 años del decreto 1279 de 2002, en particular del artículo 10, donde se establecen los puntajes para ascenso en el escalafón por productividad académica. En su momento, fue buena medida para incentivar la investigación y la producción científica. Con el paso del tiempo, como ocurre usualmente con normas que buscan modificar la conducta humana, el incentivo se pervirtió y empezó a producir efectos indeseados.

El decreto 1279 tiene un marcado sesgo a favor de la producción de artículos y en contra de la actividad docente. Los “trabajos, ensayos y artículos de carácter científico, técnico, artístico, humanístico o pedagógico” permiten obtener entre 3 y 15 puntos de ascenso en el escalafón, según la clasificación de la revista en el índice de Colciencia. Existe también la modalidad de “comunicación corta” que da derecho al 60% del puntaje otorgado y la “revisión de tema” o la “carta al editor” que dan el 30%. Hasta tres autores pueden obtener igual puntaje por el mismo artículo y, si son más, se distribuyen un puntaje incrementado entre todos ellos.

Parece un chiste, pero es verdad: al profesor “destacado” en docencia y extensión se le otorgan 2, 3, 4 ó 5 puntos anuales según sea auxiliar o instructor, asistente, asociado o titular. Si, como subproducto de su ejercicio docente, escribe un libro de texto, el profesor recibe 15 puntos. Finalmente, por una patente se otorgan 25 puntos.

La gente responde a incentivos. Por eso es comprensible que ningún profesor de tiempo completo quiera ejercer la docencia y que todos se hayan convertido en impenitentes escritores que publican hasta en las más ignotas hojas parroquiales, que se apuntan los unos a los otros en sus artículos y los que se aceptan entre ellos en la multitud de revistas académicas que proliferan como hongos en la humedad. No sobra decir que los artículos se cuentan por cientos y que sobran dedos para contar las patentes.

Cuando estudié economía en la U de A la inmensa mayoría de mis profesores era de tiempo completo. Casi todos trabajaban en investigación, publicaban artículos, dirigían tesis y participaban en eventos académicos. Eso no les impedía la docencia en pregrado y postgrado. En la Universidad de París X Nanterre, donde hice mi doctorado, todos los profesores, algunos reconocidos como los mejores economistas de Francia, escribían libros, publicaban artículos, dirigían tesis e impartían docencia.

NB. Es curioso que los alumnos de los programas de pregrado de la Facultad de Ciencias Exactas, donde están los PHD que más publican en revistas académicas internacionales de primer nivel, tengan un desempeño más bien mediocre en las pruebas de estado.

07 de octubre de 2024

Publicado en Columnistas Nacionales

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