Se cumplen dos años del periodo presidencial de Gustavo Petro y la hábil denominación del llamado "cambio" se desvanece a pasos acelerados entre las evidentes irregularidades en la financiación de la campaña, la participación de sus círculos más cercanos en graves escándalos de corrupción, y la incapacidad de gobernar de quienes se formaron solamente en la agitación, la maledicencia y no aprendieron a ser gobierno. ¡Se les acabó el tiempo!
La campaña presidencial de Petro sustentó sus acciones en el desprestigio de los gobiernos anteriores, de los cuales, se convirtió no solamente en un ácido criticón, sino también en su principal desestabilizador; basta recordar el papel del entonces precandidato agitando masas en contra del Gobierno Nacional que lidiaba con una pandemia que, además, tuvo como resultado más de 125 mil fallecidos en Colombia. Nada de eso importó a quien azotó al país con movilizaciones callejeras en plena época de confinamientos, muchas de ellas violentas y en ocasiones financiadas con el poder de la delincuencia, así lo ha concluido la justicia con la llamada "Primera Línea", el modelo más parecido a los colectivos chavistas y que hoy son beneficiarios económicos del petrismo.
Una vez instalado en el Gobierno, el 7 de agosto de 2022, ayudado por muchos actores de la política tradicional que antes rechazaban como Roy Barreras, Armando Benedetti y compañía, iniciaba lo que sería en apenas dos años una enorme decepción para quienes ingenuamente pensaron que, quien no había podido gobernar con éxito a la ciudad de Bogotá con 9 millones de habitantes, podría acertar al gobernar Colombia con 50 millones de ciudadanos.
Dos años después, el balance del Gobierno se reduce a sus ya acostumbrados incumplimientos y desapariciones de su propia agenda, a la incertidumbre política generada por un mandatario ideologizado, nostálgico de sus épocas en la guerrilla del M-19, cuyo discurso se ha centrado en dividir a la sociedad colombiana entre ricos vs pobres y donde sus intenciones de reformas al interior del Congreso de la República, reflejan un ánimo de viejas revanchas políticas y no el avance de la sociedad colombiana. Además, hoy todos esos proyectos de Ley están manchados de ilegitimidad por la penetración de la corrupción para conseguirlos, como sucedió con la UNGRD en cabeza de Olmedo López, Sneyder Pinilla, la consejera para las Regiones de la Presidencia de la República, Sandra Ortiz y muchos más.
En materia de infraestructura: propuestas como las del "Tren eléctrico" entre Barranquilla y Buenaventura nunca serán posibles; así quedó probado al emitir un concepto del propio Gobierno de inviabilidad técnica y financiera como respuesta a un derecho de petición el cual presentamos desde nuestra labor en el Congreso de la República.
Qué decir de la propuesta de cinco (5) Metrocables para la ciudad de Medellín: No existen recursos y esa propuesta no está siquiera incorporada en el plan Maestro de la Empresa Metro. Misma suerte corren las promesas del Aeropuerto en Ayapel o el Aeropuerto Internacional Wayúu en el Departamento de La Guajira, donde también lo prometió. Ni qué decir de la vía soterrada entre Soacha y Bogotá o el Tren entre Villavicencio y Puerto Gaitán. ¡Nada!
El promedio de ejecución del Gobierno Nacional es de apenas un 25%, es el número más bajo en los últimos 25 años; la inestabilidad de su Gobierno ha reflejado que existen en promedio 37 cambios de ministros y 54 de viceministros, en algunos casos esos cargos han tenido hasta cinco cambios en apenas un año y medio, como sucedió con el viceministerio de Ciencia o igual suerte corrió el Ministerio de Cultura que estuvo más de siete meses sin titular en la cartera.
En materia de orden público, el país ha regresado al doloroso pasado: Crecimiento de las disidencias que copan más de 290 municipios; ¡Farc ahora no son una, ni dos, son tres! "Nueva Marquetalia, Estado Mayor - EP y las Farc de Mordisco". Como si fuera poco, el Gobierno ha suscrito un documento que parece más una pequeña constituyente donde determinan negociar con ELN el modelo económico, el régimen político de los colombianos llevando a convertir los acuerdos parciales en política de Estado. El resultado es que continúan las masacres y el año 2023 superaron en 90 el número de ellas. Y todo lo anterior, sucede en las manos del Gobierno que paralizó a la Fuerza Pública con el llamado cese bilateral que no es más que el amarre de las manos a nuestro Ejército.
La moral de las fuerzas está reducida, han sido más de 22 mil de sus miembros que se han retirado de forma voluntaria durante el Gobierno Petro y más de 650 han sido llamados a calificar servicios, desmontando de esa manera la capacidad operativa a la hora de enfrentar los grupos armados que, durante el gobierno Petro, están en su mejor momento.
Mientras el comercio presenta números en rojo por la parálisis de la economía, disminuye la inversión interna y así mismo cae la inversión extranjera, convirtiéndonos en un país poco atractivo, Colombia se sostiene con la determinación de quienes no renuncian y tienen como propósito superar el mal momento al cual nos han conducido.
Al gobierno Petro le empezó a salir el sol a la espalda, divaga con propuestas de constituyentes, 'fast track', reelección y así mismo va perdiendo capacidad de maniobra frente a unos partidos políticos tradicionales que tratarán de beneficiarse burocráticamente antes de llegar a la víspera de la elección del año 2026, para entonces, al mejor estilo del relato bíblico, negarán a Petro muchas veces, antes de que el gallo cante.
Es el comienzo del fin del muy mal Gobierno de izquierda que, para unos fue una ilusión legitima que se convirtió en decepción, para otros fue la "explosión controlada" que los destruyó y para quienes, como yo, pensamos que fue la confirmación de lo que no tenía como salir bien para Colombia, un experimento que habrá que superar y nunca más volver a repetir.
Empezó el fin del gobierno Petro.
agosto 07 de 2024.