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Luis Guillermo Vélez

El político bonapartista se siente portador de la ‘voluntad popular’, siente ser su encarnación, incluso, ser el pueblo mismo, razón por la cual cree que le está permitido todo.

El bonapartismo es un término empleado en ciencia política que procede de una obra de Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte, dedicada al autogolpe que el 2 de diciembre de 1851 dio, el hasta entonces presidente de la segunda república francesa, Carlos Luis Napoleón Bonaparte.

Carlos Luis se sentía agobiado por las restricciones que le imponía la constitución vigente. Tras su golpe, convocó un referendo que le aprobó una nueva constitución que le daba poderes legislativos y extendía su mandato por 10 años. No contento con ello, en noviembre de 1852, tras otro referendo, se proclamó emperador, con el nombre de Napoleón III, alegando derechos dinásticos como sobrino del primer Napoleón.

Marx, que apreciaba las formas de la democracia burguesa, criticó duramente el referendo como método de tomar y sostenerse en el poder por considerar que se basaba en el engaño de una población ignorante. Le parecía escandaloso someter a referendo una constitución con decenas de artículos incomprensibles para la mayoría de los votantes.

Ya en el siglo XX, la ciencia política dio el nombre de “bonapartismo” al sistema de gobierno de acudir a la llamada democracia directa, despreciando las instancias intermedias – parlamentos o congresos – los controles y los contrapesos constitucionales. El político bonapartista se siente portador de la “voluntad popular”, siente ser su encarnación, incluso, ser el pueblo mismo, como pretendía Gaitán; razón por la cual cree que le está permitido todo, incluso implantar un régimen de terror a la manera de Robespierre.

Desde el inicio de su mandato, Petro está diciendo sentirse limitado por las instituciones de contrapeso, el Estado del Derecho y la prensa; mostrando, sin pudor alguno, sus inclinaciones bonapartistas, con su llamado a una constituyente al margen de los procedimientos constitucionales vigentes. Pero lo ocurrido el 8 de mayo es la apoteosis de su pretensión de establecer una “dictadura democrática” como también se denomina al bonapartismo.

Ese día, Petro desconoció y maltrató al CNE, como ya lo había hecho con la Procuraduría, la Fiscalía, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y el Congreso mismo, al que ha corrompido de forma inusitada y cínica. También ha corrompido las superintendencias pues, rompiendo una tradición de manejo técnico, ha entregado sus direcciones a personas que no tienen otro mérito que su militancia dispuesta a seguir sin objeciones los mandatos del presidente.

El 8 de mayo, en incendiario discurso en Cartagena invitó a sus partidarios a “rodear pacíficamente los centros de poder” y a instaurar “el poder constituyente (...) a través de la movilización masiva”. Ordenó también a la fuerza pública abstenerse de intervenir en esos cercamientos pacíficos. Y, en alusión a Gaitán, señala que está dispuesto a ir “hasta donde el pueblo diga”.

Aunque el poder de convocatoria masiva de Petro está muy menguado, si está probada la capacidad destructiva e intimidatoria de sus partidarios más radicales, su primera línea de ingrata recordación. Ojalá las Fuerzas Militares sean más fieles a la Constitución que al aspirante a dictador.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 13 de mayo de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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