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Jesús Vallejo Mejía

El kirchnerismo, fase final de la degradación del peronismo, fundó su poder electoral en la creación de burocracia a la que se remuneraba sin trabajar y la proliferación de subsidios con los que se pretendía amparar a las capas más pobres de la población y se incrementaba la corrupción. Por ese camino se arruinó la Argentina, uno de los países más ricos del mundo, y se pavimentó el camino de Milei, que ha tomado sobre sus hombros la hercúlea misión de sanear las finanzas de su país y situarlo en el lugar que merece dentro del conjunto de las naciones civilizadas.

Por la misma senda de perdición de los fatídicos Kirchner pretende llevarnos el que en mala hora nos desgobierna.

Quiere distribuir recursos del Estado a la topa tolondra para ganar adeptos que voten por la continuidad de sus erráticos designios en las elecciones de 2026, sin considerar que esos recursos deben provenir de un sector productivo al que tiene en franca postración por el desánimo que ha provocado entre los empresarios e inversionistas, sobre quienes en últimas descansa la prosperidad de la economía.

Su estrategia consiste en comprar con prebendas los votos de los sectores populares. Cada subsidio a jóvenes dizque para que no delincan o los viejitos que dice que subsisten vendiendo bolis en las calles representará centenares de miles de votos en favor de sus delirios políticos.

Llama la atención que al perder las elecciones presidenciales en 1998 se hubiera negado a reconocer el triunfo de su contendor, alegando que lo había logrado comprando votos en el Cesar. En vez de honrar una delicada tradición democrática vieja de años, se dedicó a mover gente en las calles para tratar de derrocarlo. Tal fue la misión que se propuso la malhadada Primera Línea, tan cara a sus afectos y tan parecida a las SA hitlerianas.

Como a lo largo de años ha sucedido en la Argentina, los paniaguados del régimen lo han sostenido alegando que del mismo recibieron prebendas que mejoraron su situación, así hubiese sido en perjuicio del bien común.

Vaya uno a saber que aprendió de Economía en la universidad nuestro Líder Galáctico. La lección más elemental de tan importante disciplina académica enseña que la calidad de vida de las comunidades depende de su aparato productivo. Si éste viene a menos, se generan desempleo y hambre, que es a lo que estamos abocados bajo el desgobierno imperante.

La dicotomía que viene predicando entre tecnocracia y democracia muestra cuán ignorante es en lo que atañe a las políticas públicas. Éstas se basan en la identificación de las necesidades comunitarias y el señalamiento de las prioridades requeridas. Trazan los modos de actuación para resolverlas mediante la experiencia que a través del método del ensayo y el error va indicando cuáles son las mejores líneas de acción. Esa es la tarea de la tecnocracia, que no está en contra de las aspiraciones populares, sino de las ideas delirantes de los demagogos y aprendices de estadistas.

El populismo que ha elegido este desgobierno como medio de implantar el comunismo destruyendo la economía y comprando votos de incautos nos lleva por un muy mal camino. Hay que ponerle coto ejerciendo una oposición denodada dentro de los cauces institucionales.

El Congreso tiene hoy a este respecto una responsabilidad histórica. Los que le están vendiendo sus votos a este gobierno de comunistas están recibiendo veneno a cambio. Cuando éstos se afinquen en el poder, el dizque conservador gamonal de Itagüí y los que lo secundan padecerán la resaca. Entonces, como dice el Evangelio, vendrán el llanto y el rechinar de dientes.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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