¡Vivir para ver!
Espurio es palabra con varias acepciones al tenor del DRAE. La segunda significa falso.
Es calificativo que bien le cabe a su mandato, dado que es por obra de una falsedad documental, la desaparición de la sentencia condenatoria que lo tuvo encarcelado por varios meses por el delito de porte ilegal de armas. Es un hecho notorio que estuvo privado de la libertad por ello, pero cuando alguien demandó una elección suya con base en los artículos 179 y 197 de la Constitución Política, la justicia contenciosa lo absolvió porque no se pudo aportar copia auténtica del fallo de marras. ¡Con ese documento en regla no habría podido llegar al congreso ni ser elegido presidente!
El mote de espurio o falso también podría aplicarse en virtud del artículo 109 de la Constitución Política, según el cual la violación de los topes máximos de financiación de las campañas, debidamente comprobada, será sancionada con la pérdida de la investidura o del cargo, según el caso. Es asunto que está en estudio por parte de la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes y del Consejo Nacional Electoral y que no pinta nada bien para el que nos desgobierna. En efecto, media lo dicho por Benedetti acerca del ingreso ilegal de quince mil millones de pesos a la campaña presidencial, amén de lo que se desprende de los procesos que adelanta la fiscalía contra Nicolás Petro y Days Vásquez. A ello hay que agregar lo de los $ 500.000.000 que aportó Fecode y los pagos a testigos electorales, que no se registraron en los informes contables de la campaña.
En uno de sus graznidos habituales a través de X acaba de negar que en el pasado hubiera cometido algún delito, como si su permanencia en el fatídico M-19 hubiese sido apenas la de un mero simpatizante, cuando consta que, por lo menos, recaudaba dinero por los secuestros y extorsiones que ese grupo llevaba a cabo. Se habla, además, de que actuaba como carcelero de los secuestrados y no falta quien lo mencione a propósito del caso atroz de José Raquel Mercado.
No cabe duda de que ha edificado su imagen pública a partir de la mentira y la falsedad. La suya es, pues, una imagen espuria.
Reitero que cuando le preguntaron sobre el país que consideraba ideal, contestó mendazmente que Corea del Sur, siendo que sus preferencias lo inclinan a Venezuela y Cuba. Que es un comunista recalcitrante lo demuestran sus manifestaciones de pesar por el derribo del ominoso Muro de Berlín y su reverencia ante el sepulcro del genocida Mao Zedong. Su nostalgia del régimen soviético y la China de Mao parece incompatible con el ecologismo radical que hoy profesa, pues precisamente los sistemas económicos más contaminantes del medio ambiente en su momento fueron los comunistas.
En un CV que obra en las redes se afirma que en materia religiosa es seguidor de la Teología de la Liberación, tendencia afín a la Teología del Pueblo que promueve el papa Francisco. "Caimanes del mismo charco", exclaman algunos. Nadan en las mismas aguas. De esa guisa, en una ceremonia eucarística que hace unos meses se celebró para conmemorar el Holocausto del Palacio de Justicia, se atrevió a recibir la Sagrada Forma, vaya uno a saber si en el estado de gracia que exige la Iglesia.
Entra al Vaticano como a su casa. Ahora viene de visitar al Romano Pontífice, que hoy se halla en el ojo del huracán por pronunciamientos que agudizan la crisis de la Iglesia. Sorprende que en lugar de apacentar a sus ovejas, como lo exige el Evangelio, parezca más preocupado por atraer al redil al ELN y demás organizaciones criminales que tanto daño le han hecho a nuestro país.
No nos digamos mentiras: espuria también es la política de "paz total" que está promoviendo.
Es cierto que la verdad suele ser rara avis en el mundo político, pero una mentira abrumadora como la que hoy estamos presenciando hiede hasta el extremo. Es devastadora, pues destruye la confianza que se requiere para que la institucionalidad se preserve.