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Alexander Cambero   

El desespero es propio de las almas en pena. Comienzan a vagar por mundos sumergidos en estela de frustración. En la orfandad de quienes carecen del fervor de las mayorías van germinando agrios momentos de pesadumbre que indican que la prepotencia colgó los guantes. Que ahora lo que recorre los pasillos de Miraflores es el miedo a salir de allí. Que están claros que la justicia internacional está esperándolos en el banquillo de los acusados. Ya más de uno tendrá las medidas de sus vestimentas de preso.

Eso está ocurriendo con el gobierno de Nicolás Maduro. El presidente luce desdibujado, carente de fuelle, aunque trate de vender confianza. Sus intervenciones muestran un discurso difuso y errático. Ojeroso ante la ausencia de un sueño reparador que haga disipar su escalofriante angustia. El tener que dejar la zona de confort para tener que enfrentarse con requerimientos judiciales hace que siente que todo pende de un hilo.

Ante la certeza de saber que goza del repudio mayoritario, apelará a la manipulación y el chantaje para tratar de colocarle palos a la rueda del triunfo democrático de Venezuela. Es por ello que hay que estar sumamente alerta con las acciones que puedan ejercer producto de saberse en aprietos. Una fiera herida puede volcar todo su rencor para expresarlo en la bestialidad de sus acciones. Como no tienen principios ni valores, apelaran a cualquier canallada para tratar de mantenerse en el poder. Eso es propio de los regímenes totalitarios y el venezolano, con sus matices, lo es sin lugar a dudas. Sus métodos de persecución son atroces.

Ante la evidente consternación buscarán destruirlo todo. Acabar con lo poquísimo que nos queda de libertad para introducirnos con su ofensiva final hasta el reino de la calavera. Un país pulverizado sería fácil presa para sus morbosos intereses. Un hecho significativo es observar el deplorable estado de nuestras instituciones. Todas están sumergidas en un repulsivo mundo de corruptelas que han devorado cada ámbito del poder. Esa forma fétida de administrar es parte de su ecosistema como modelo político.

El deseo de cambio del venezolano recorre cada rincón de la patria. En la misma medida que crece el entusiasmo por una clamorosa victoria de las fuerzas democráticas, se incrementa el temor en el gobierno por recibir una felpa electoral. Saben que su final se aproxima aceleradamente. Que su base de sustentación social ha terminado por hacer fila al lado de María Corina Machado. Ese pueblo que estoicamente acompañó al taimado espécimen tiránico ahora apoya a quien representa la esperanza.  

@alecambero

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Publicado en Columnistas Nacionales

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