La mayor incoherencia se observa a simple vista, recordemos las maneras que utilizaron durante décadas para oponerse a gobiernos que tildaban con los más negativos adjetivos que se puedan encontrar en el diccionario de lengua española, recordemos sus protestas violentas, sus acciones provocadoras y destructivas contra agentes de la fuerza pública, bienes públicos y privados, su promoción del caos, todo en nombre del derecho a la protesta. La retórica agresiva, desbordada, persistente y sin pausa del actual presidente contra varios mandatarios y funcionarios de alto rango. El torpedeo incesante de proyectos en el congreso, la campaña de desprestigio contra nuestro estado de derecho y contra el Ejército dentro y fuera del país, el desprestigio y negacionismo de nuestra democracia, la tergiversación de los hechos, la magnificación de los abusos de poder y la generalización en la atribución de responsabilidades contra las instituciones.
El petrismo y sus aliados consideran que por haber ganado las elecciones tienen derecho a imponer todas sus iniciativas y proyectos. De esa forma desconocen que la democracia es un modelo de gobierno que exige diálogo, concertación, debate, derechos a ejercer la oposición con todas las garantías. Que los principios republicanos modernos deben ser respetados, en particular el de la separación de poderes y su colaboración armónica y que, el origen en la conformación del poder judicial, aunque no es de tipo electoral tiene un procedimiento legal que lo hace tan legítimo como los que se deben al voto ciudadano.
El petrismo y su Pacto Histórico quieren darle a su triunfo en las elecciones presidenciales un carácter absoluto, como si también lo hubiesen logrado en las elecciones para congreso, y como si se tratara del triunfo de la revolución que han soñado. Por eso vemos que proceden a su libre arbitrio, con descaro y mancillando principios de la moral y el decoro republicano. Por ejemplo, al nombrar representantes de la nación ante otros gobiernos a personajes que no reúnen las condiciones establecidas por la función pública de experticia y formación o que tienen a sus espaldas conductas inmorales.
Ellos creen que por ser “el primer gobierno de izquierda en la historia” tienen automáticamente derecho a gobernar como les de la gana violando normas y principios constitucionales en materia del modelo económico que reconoce el libre mercado, la propiedad privada, la regla fiscal, la ortodoxia y la larga tradición reconocida en el mundo en el manejo de nuestra economía.
Han humillado el estado colombiano en declaraciones oficiales ante auditorios nacionales y organismos y públicos internacionales, al tildarlo como un estado asesino, negando la democracia en actitud cínica pues gracias a ella están en gobernando. Han debilitado en profundidad a nuestra fuerza pública, tanto por el descabezamiento de su alto mando, como al colocarlo en igualdad de condiciones morales y políticas con organizaciones delincuenciales y grupos armados ilegales de ultraizquierda.
Este gobierno, por boca de su ministro de justicia quiere vender la idea de que la cárcel para grandes delincuentes es inapropiada como castigo. Su idea revela tanto ingenuidad como estupidez y confunde su opinión con lo que es política judicial de estado construida a lo largo de muchos años y en medio de profundos debates sobre filosofía jurídica.
A Petro le ha dado la ocurrencia de seguir el ejemplo de la ecologista Greta Thunberg, llevando un mensaje profético sobre la inminente extinción de la humanidad, la sexta, según su discurso anual ante el Congreso colombiano. En su deriva de marxista versión socialismo del siglo 21 hacia el militantismo ecológico en el que emula a Nostradamus con sus infundadas profecías, no hay certeza si lo hace por ganarse un lugar en el liderazgo internacional utilizando la causa ambiental o si lo que busca es crear un ambiente de distracción para ocultar su militancia comunista.
En todo caso, poco parece importarle el daño que le hace a la economía nacional con su retórica contra el petróleo, el carbón, el gas (aunque hace venias al dictador Maduro para comprárselos), contra el azúcar y sus productos derivados, la ganadería y su tolerancia con los cultivos de coca.
Para rematar, el presidente Petro incurre con frecuencia en ausencias e incumplimientos sobre los que ya circulan rumores de malas o impropias conductas de un primer mandatario, dando a entender su irresponsabilidad con respecto al deber ser de su cargo. Ataca a los medios, al poder judicial, a los ricos, a los blanquitos. Pretende que el congreso de la república debe acatar sumiso sus proyectos.
Gobernar en el marco de una democracia implica tolerancia, rectitud, diálogo, respeto, reconocimiento del adversario, escucha, en vez de amenazas, demagogia, exabruptos y rimbombancia. Entender que las elecciones no se realizaron para validar una revolución o para crear una situación caótica.