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Alexánder Cambero  

Los regímenes acentuados en el populismo se yerguen sobre la fantasía para desde ahí construir su mentira. Adulteran descaradamente prometiendo una serie de planes que terminan siendo una farsa. La aureola totalitaria comienza a zozobrar cuando la democracia ciudadana la indigesta, les incomoda que puedan debatirse abiertamente sus intenciones, la idea es imponer un mecanismo férreo de control que los atornille en el poder.

Sin embargo, el mismo escenario del gobierno va revelándoles una verdad tan grande: el populismo es un tipo de gobierno condenado al más extraordinario de los fracasos. La experiencia venezolana es una demostración de un sistema forzado a cadena perpetua. No funciona como palanca para el desarrollo, por el contrario: sus ejecutorias son tan erráticas que son los primeros auspiciantes de la desigualdad social y la pobreza extrema. El gobierno revolucionario ejercido desde Miraflores, guarda relación cercana con una catástrofe de gigantescas proporciones. Hicieron de la vida nacional el viacrucis del hambre desfilando por millones de hogares que de buena fe les creyeron. Venezuela es la triste realidad de una satrapía que llegó para robar a manos llenas. Hace tiempo que sus ejecutorias son la desgracia de un pueblo. Responsabilidad total del binomio Chávez- Maduro. Como fieles exponentes de la degradación humana. Su revolución es reconocida en el planeta por su patrón de naturaleza absurda. Hicieron de la manipulación un mecanismo para ocultar su fracaso, el resultado es el de un país en penurias.    

En la tétrica vecindad de lo inverosímil. Diez meses del presidente Gustavo Petro Urrego, al frente de la primera magistratura nacional colombiana, son sinónimo de incapacidad. Más allá de la ilusión inicial que generó enormes expectativas, su gestión es una serie de galimatías que acarician las barbas hirsutas de la vieja izquierda, pero que carece de verdaderas políticas que construyan progreso en libertad.

Subrepticiamente se quiere ahorcar las instituciones para imponer un proyecto que sería el acabose para Colombia. Menos de un año para que los colombianos descubrieran que con un gobierno así no llegaran muy lejos. Gustavo Petro trata de encantar serpientes con su verbo prolijo, solo qué lo ciudadanos desean que se resuelvan sus problemas, los discursos circenses sobre el trampolín de los acróbatas no llevan bienestar.

Su abúlica gestión es un escándalo tras otro. Se nota acorralado ante su propio némesis. No sabe articular debido a que carece de raíz demócrata. Trata de hilar fino, pero se enreda en la confusión calenturienta de conceptos desvencijados. Uno lo escucha y entiende que las nebulosas son reales en su mente. Que la ilusión respira hasta que la verdad lo ponga de cabeza frente a la realidad.

Lula es la longevidad habiendo metástasis en la desfachatez. Con el Karma inicial de enfermedades crónicas afectándole la cordura. Sus primeros meses han sido desastrosos. Recién estuvo Nicolás Maduro en sus predios. El repudio para ambos fue extraordinario. Nadie quiere ser apretujado por un sistema totalitario. Recibió con honores a quien se ha convertido en la peor pesadilla de Venezuela. Sus declaraciones donde habla de una narrativa que se inventó para condenar al país, es un insulto a los miles de muertos y presos políticos que generó la revolución bolivariana. ¿Acaso es una novela lo de la huida de cerca de siete millones de venezolanos espantados de su tierra por culpa de una dictadura mafiosa? Con pensionados y jubilados viviendo con cuatro dólares al mes.

Solo alguien con severos trastornos puede falsear la verdad de esta manera: “Menos mal que el problema de Venezuela es solo de narrativa. Que alguien le explique a la CPI para que suspenda su investigación por crímenes de lesa humanidad contra ese régimen. ¿Ingenuidad o ceguera ideológica?”, agregó José Miguel Vivanco, ex director de la División de las Américas de Human Rights Watch.

Estos regímenes obcecadamente mentirosos tienen que ser derrotados por la verdad. Es necesario ampliar la capacidad de cuestionamiento. El empecinamiento en querer imponer modelos fantasiosos y artificiales trajo consigo estas consecuencias. Son la destruición de las instituciones democráticas, el convertir al estado en un refugio de atrocidades. Las consecuencias las podemos observar en naciones arruinadas en donde la libertad pende de un hilo.

@alecambero

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Publicado en Columnistas Nacionales

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