Su tóxica e indigerible disertación, para algunos columnistas y twitteros muy cantinflesca, es el lógico resultado de acomodar, mejor, enmascarar, su idea de marxismo, muy exótica, por cierto, con la religión ambientalista. Ante el desprestigio universal del marxismo y la doctrina comunista creada por Marx y Engels, se ha desencadenado el revisionismo desaforado entre sus seguidores para no dejarse clasificar, sin dejar de serlo, mezclándose con las llamadas neoreligiones, el cambio climático, la neolengua, la poshistoria, el feminismo, el poliamor, la indiferenciación sexual, etc.
No obstante, lo que está causando mayor preocupación en diversos sectores de la sociedad colombiana, no solo tiene que ver con el carácter desastroso de sus proyectos de reforma pensional, de tierras, de la salud, el Plan Nacional de Desarrollo y del trabajo, sino con su reacción de furia y desespero ante los debates críticos y modificatorios por parte de la oposición e incluso de socios del Pacto Histórico.
El tono de sus discursos es alarmante pues, así como amenaza con un nuevo “estallido social como el de 2021”, el cual fue un auténtico ensayo insurreccional, también lo hace con la idea de convocar una asamblea constituyente y llamar a la expropiación exprés de tierras y bienes con el fin de financiar su reforma agraria basada en el minifundio.
Petro no habla de “revolución” aunque en esencia es hacia donde conduce el país, prefiere hablar del “cambio”, acatando, a lo mejor, a sus consejeros que le deben advertir del alto costo de su imagen si usa esa palabra tan desprestigiada. Su política de “cambio” es radical e irrespetuosa de los límites que le impone la democracia que, orondo niega. Para Petro, las líneas rojas son caprichosa, formalidades u obstáculos esgrimidos por la “oligarquía”, otra de las palabrejas que adorna su neo vocabulario. No es que no entienda que la democracia está cimentada en formalidades y procedimientos, es que no las admite y les fastidia el llamado a respetarlas,
El problema con Petro no es que desconozca o ignore el modelo que se inspira en la separación de los tres grandes poderes públicos propio de las repúblicas contemporáneas, es que él actúa en consecuencia con su pulsión revolucionaria y considera esos principios como obstáculos que impiden el “cambio”.
Esa manera de pensar y actuar deriva, necesariamente, en la anulación de la función deliberante del congreso. Función que el practicó a sus anchas y gozando de todas las garantías en su larga trayectoria de congresista. Así mismo, procedió desde España ante uno de los altos magistrados del poder judicial, el Fiscal General declarando que es su jefe.
Petro conoce que los tres poderes concurren e interactúan en la formación de las leyes, que es lo que conocemos como el equilibrio, la interacción y el sistema de contrapesos establecido en nuestra constitución política.
Y como sus amenazas no son fruto de su ignorancia, no hay otra explicación que lo suyo es un atropello al orden establecido. De manera que el despelote político y económico que está causando está en línea con su ideología comunista posmoderna y con el programa del Foro de Sao Paulo que indefectiblemente deriva en el autoritarismo, cuando no en la dictadura y la pauperización de la población.
De contera, en su rol amenazador, Petro llama a la formación de guardias sectoriales como la campesina, adueñándose de ser el representante de los campesinos de Colombia y haciendo a un lado otro principio constitucional, a saber, que el presidente es el representante de la nación y ha de gobernar según los intereses de ella y no de un o unos sectores designados a capricho o por interés revolucionario.
Colombia no ha tenido un día, semana ni mes de pausa desde que Petro asumió la presidencia, no falta el escándalo, el susto, el peligro, el daño que deja una estela de desesperanza y pesimismo en los hogares. Su insostenible propuesta de eliminar la exploración de gas, carbón y petróleo dizque para salvar a la humanidad de su desaparición, se queda sin piso al asumir funciones de canciller de la dictadura de Maduro con el claro objetivo de que pueda volver a comerciar petróleo con el mundo libre.
Si hubiere un espejo en el cual mirar el camino al abismo hacia el que Petro conduce a la nación, nada más parecido que el de las dictaduras de Nicaragua, Venezuela y Cuba, cuyos tiranos carecen de toda vergüenza para coartar las libertades, anular la democracia y empobrecer a las gentes, en el marco de una retórica del odio de clases, de revisión del pasado y de reclamarse representantes del “pueblo”.