Para el ELN, la participación de la sociedad es central en las negociaciones; por ello en Cuba avanzaremos en protocolos que la permitan en los territorios, para que las decisiones de la Mesa respondan a necesidades sentidas. Sin embargo, el problema no es procedimental, sino de la posibilidad real de participar bajo la dominación en que viven algunas comunidades.
Vale la pena entonces, desentrañar ese entorno de dominación a partir de la historia y accionar del ELN, que nació en Santander a mediados de 1964 y se caracteriza por su dogmatismo revolucionario, con alta influencia religiosa de la “Teoría de la liberación” en sus orígenes.
Hoy puede tener 5.000 efectivos, entre combatientes y milicianos en Colombia y en Venezuela, retaguardia de sus actos terroristas en dos de sus principales zonas de influencia: El Catatumbo en Norte de Santander, y Arauca, donde su “especialidad” ha sido la destrucción de la infraestructura petrolera y, más recientemente, el narcotráfico y el control del contrabando.
En Nariño, otro de sus enclaves, ejerce también su especialidad contra el oleoducto Transandino, y en Chocó controla la minería ilegal con grave impacto ambiental. En Cauca, la especialidad es la agitación violenta de los indígenas en su anacrónica lucha por “la liberación de la madre tierra”, que, según ellos, les pertenece desde antes de la conquista.
Además de esas especialidades regionales, en todas sus “zonas de dominación” el narcotráfico es factor común, como lo es para todos los grupos ilegales, sumado a la extorsión y el secuestro, no solo para consolidar ingresos y ejercer “control territorial”, necesario para proteger sus rentas ilícitas, sino para algo más importante, su objetivo central: la dominación económica, social, cultural y política de esas poblaciones.
Allí, donde el Estado es precario, ellos pretenden suplantar al Estado; ellos gobiernan a los gobernantes locales bajo una modalidad de corrupción forzada -“recibes o mueres”-; ellos contratan, ellos nombran. Allí, donde la ley es ausencia, ellos son la ley y son también la justicia; dirimen querellas, castigan y perdonan a su arbitrio. Allí, donde educar es hazaña, ellos ideologizan, abrazan niños y los dejan acariciar sus fusiles y sus odios. Allí, donde la mata de coca es poder político, ellos deciden por qué, cuándo, cómo y contra quién protestar. Allí son ellos, que no el ciudadano en su libre albedrío, quienes deciden por quién votar.
Podemos desarrollar protocolos, pero… ¿es posible participar libremente en ese entorno de dominación? La verdadera participación exige desconectar previamente a las comunidades de esos factores de dominación, lo cual solo se puede lograr con el cese de hostilidades, regional y controlado. Si no es así, quien participe será el mismo ELN en cuerpo ajeno.
@jflafaurie