Tengo que confesar que el que acabo de leer, del día sábado 9 de julio, me dejó una sensación extraña… Lo percibí un tanto derrotista, resignado… Si bien, como hombre de fe y de convicciones, expresa su certeza del poder de la oración, el doctor Vallejo afirma que lo mejor es guardar cama y esperar el desarrollo de los acontecimientos… Y esa actitud parece hallarse en el trasfondo del título mismo de su artículo “todo está consumado”.
Yo no lo creo, y eso a pesar de que estoy convencido, como lo expresé en mis últimas reflexiones tras la jornada electoral, de que a nuestra querida patria y a quienes profesamos los postulados doctrinales del catolicismo y los principios de la ética cristiana nos esperan días muy oscuros. Un presidente con la ideología del que Colombia acaba de elegir, y rodeado de un círculo tan perverso como es el de quienes lo rodean y le hablan al oído, no augura, ciertamente, nada bueno para la sociedad que cometió el error de escogerlo. Y, de hecho, ya están cuajándose los nubarrones procelosos. Nombramientos como el de un ateo confeso para el ministerio de educación (¡!), y no un ateo respetuoso sino alguien que, fungiendo en otra cartera ministerial, no tuvo empacho en declarar ante un auditorio internacional que sentía el deber de combatir todo oscurantismo, empezando por el de la Iglesia católica; o, para que sea el ministro del interior, de quien ha sido uno de los más eficaces apoyos de los criminales de las Farc, ha pertenecido con un alias a sus filas, y fue agente eficaz de la traición a la patria que significó el fatídico acuerdo de La Habana; o para servir en el ministerio de salud el de una promotora palmaria del aborto… Y anuncios, como los hechos por quien será la ministra de agricultura, de la puesta en marcha de una reforma agraria tal como está delineada por los perillanes de las FARC en ese mismo infecto acuerdo, y en la que se pretende disfrazar un inocultable proyecto expropiatorio… Todo eso, digo, está ya agorando para quien sepa leer entre líneas, lo que nos viene encima. Y para tristeza y desconcierto de muchos, personajes y grupos políticos que durante la campaña coincidían en señalar los gravísimos peligros que para Colombia significaría el triunfo del exguerrillero candidato de la izquierda, ahora, con poquísimas y honrosas excepciones, se han subido al carro del ganador y brindan el menesteroso y vergonzante espectáculo de los que hacen cola para recibir su porción de mermelada… ¿Dónde quedaron, oh Dios, los intelectuales y los políticos de antaño, que no vendían sus convicciones?
Pero, en situaciones tales, nuestra conducta no puede ser la de guardar cama y aguardar. Ahora, más que nunca, tenemos el deber de alzar la voz sin cansancio, de mantenernos en nuestros puestos en disposición de lucha y defensa de todo aquello que amamos y profesamos, y que está en peligro. Y dirigentes de tanto peso y valor como el doctor Vallejo Mejía no pueden, no, privar a la sociedad de sus luces y de su aliento. Muchos no tenemos, para nuestra acción, el arsenal con que sí cuentan pensadores como él; y entonces nos queda, poderoso también, el de nuestra súplica al Dios de Colombia. Y hemos de esgrimirlo con la profunda esperanza y el incansable optimismo que nacen de la fe en que, finalmente, el mal no prevalecerá. ¡Dios nos tenga de su mano!
* Formador, seminario mayor, Ibagué, Colombia.