“La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por la voluntad libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio. El Estado garantiza la protección integral de la familia.” (art. 42)
“Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física,… tener una familia y no ser separado de ella… Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás” (art. 44)
“A la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y la supremacía de la Constitución” (art. 241)
Leo y releo estos textos de nuestra Carta Magna, y acudo al diccionario de la RAE para escudriñar el significado y alcance de términos como coherencia, prevaricato, inconsecuencia… cada vez que los medios de comunicación nos hacen saber de las decisiones adoptadas y las medidas tomadas por los deslumbrados magistrados de la Corte Constitucional de Colombia y que tienen que ver con la familia, con el matrimonio… y muy especialmente con el aborto y la eutanasia, e incluso con otras determinaciones aparentemente menos trascendentales.
Y no puedo evitar que me surjan interrogantes a los que no encuentro respuesta alguna. ¿Cómo pueden esos togados, que se supone deberían ser personas coherentes y lúcidas, incurrir en faltas de lógica tan burdas y protuberantes? ¿Cómo tienen la avilantez que se necesita para actuar abierta y descaradamente, prevaricando, contra lo que la Ley les asigna como su función y su deber? ¿Cómo pueden estar obcecados hasta no darse cuenta de que no solamente hacen un oso monumental, sino que se hunden cada vez más, en forma inexorable, en el descrédito, y les restan respetabilidad y legitimidad a sus actuaciones?
Hace dos o tres días prohibieron la pesca deportiva… Dizque “a pesar de que no es posible definir con certeza las consecuencias nocivas de la pesca deportiva…ni el impacto y deterioro de los recursos hidrobiológicos…y aunque no existe consenso acerca de si los peces son seres sintientes(sic)… (¡Ah, inmortal Cantinflas…qué discípulos tienes!) la pesca deportiva, por su fin recreativo, es contraria a la prohibición del maltrato animal”, y entonces deciden que se prohíba. Y de inmediato yo me digo: ¡y son esos mismos magistrados los que no consideran trato cruel el que a un bebé de 24 semanas de concebido se lo envenene o se lo descuartice en el seno de su madre! ¿Podría darse inconsecuencia más brutal? Menos mal, ¡pobre consuelo el nuestro!, que hubo al menos una Magistrada, la Doctora Cristina Pardo, que fue consciente de la grosera incongruencia, de la inexcusable falta de lógica de sus colegas, y salvó su voto. Loor a ella.
Garrapateo estos renglones en la víspera de la fecha en que estamos invitados a participar en la gran marcha nacional por la Vida, en contra del aborto; allí estaremos, si el Señor nos lo permite, y ojalá que seamos muchísimos los que salgamos a gritar ¡SÍ A LA VIDA, NO AL ASESINATO DE LOS NIÑOS NO NACIDOS!
* Formador, seminario mayor, Ibagué, Colombia.