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Pbro. Mario García* 

Por lo menos dos casos de eutanasia se han dado en Colombia en los últimos días. Por lo menos, digo, pensando en que probablemente hayan ocurrido otros a los que no se ha dado publicidad. Los que han sido objeto de previo anuncio, de posteriores comentarios, de entrevistas, generalmente superficiales, tanto a las dos personas a las que se les dio muerte como a familiares o amigos, son el de don Víctor Escobar y el de la señora Martha Sepúlveda. Uno y otra padecían enfermedades dolorosas, que acarreaban graves sufrimientos, pero que, de acuerdo con el concepto médico, no tenían el carácter de enfermedad terminal. Y en referencia a ambos casos, nuestros irresponsables medios de comunicación y la mayoría de nuestros periodistas de radio, televisión y prensa escrita han dicho, poco más o menos, que “al fin lograron una muerte digna…”

¡Ah, la perfidia calculada, o la cobardía vergonzosa en el empleo de los eufemismos para no llamar las cosas por su nombre! ¡Ah, el poder diabólico del lenguaje enmascarado y calculado, que poco a poco va anestesiando el juicio y la conciencia moral de las personas, y permeando el pensamiento y el sentir de la sociedad, para que ciertas aberraciones y determinadas monstruosidades éticas vayan perdiendo su carácter de tales y terminen por ser admitidas como cosa normal y hasta buena y encomiable! Es así como llegan a convertirse en “derechos” actos criminales como el aborto, o en “humanismo y piedad” delitos como el asesinato de un enfermo.

¿Muerte digna? ¿Quiere decir, entonces, que la del enfermo que fallece envuelto y confortado por la ternura de su entorno, rodeado por el afecto de los suyos y por el abnegado empeño de quienes lo cuidan, - médicos , enfermeras, amigos…- que se valen de su sabiduría profesional y de los medios que hoy brinda la medicina  para atemperar, hasta donde sea posible, sus dolores, es una muerte “indigna”?...¿Digna la actuación de quien deliberadamente mata a otro, so pretexto de aliviar su sufrimiento, y aunque él le haya pedido que lo mate?

No, y mil veces no. Quien busca y se infiere su propia muerte, o pide a otros que se la causen, es un suicida; y quien provoca deliberada y directamente la muerte de otro, cualesquiera sean los pretexto que alegue, es un homicida.

Valga la pena recordar lo que la Iglesia Católica nos enseña, a la luz de la Revelación y de una visión cristiana del hombre. “Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella…. El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar la vida…Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo…La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral…” (C.E.C., 2280-2283)  “Cuanto atenta contra la vida: homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado; …todas estas prácticas y otras parecidas son en sí misma infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas, y son totalmente contrarias al honor debido al Creador” (Vat. II, Gaudium et Spes, 27) “Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial…Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable… Una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona y al respeto al Dios vivo, su Creador. (C:E:C:, 2276-79) “Sólo Dios es Señor de la vida, desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente.” (Congregación para la doctrina de la Fe, Instrucción sobre el respeto a la vida, febrero 22 de 1987, 5)  “ La legislación civil de muchos Estados atribuye hoy en día, ante los ojos de muchos, una legitimidad indebida a ciertas prácticas. Se muestra incapaz de garantizar una moralidad congruente con…las leyes no escritas grabadas por el Creador en el corazón humano. Todos los hombres de buena voluntad deben esforzarse, particularmente a través de su actividad profesional y del ejercicio de sus derechos civiles para reformar las leyes positivas moralmente inaceptables y corregir las prácticas ilícitas. Además, ante esas leyes se debe presentar y reconocer la objeción de conciencia...Comienza a imponerse con agudeza en la conciencia moral de muchos…la exigencia de una resistencia pasiva frente a la legitimación de prácticas contrarias a la vida y a la dignidad del hombre” (Ibid., 9)

La Corte constitucional, - corte dictatorial la llama hoy en un excelente artículo que leí en “La Linterna Azul”, el doctor Jesús Vallejo Mejía-, obcecada con el pensamiento ateo de algunos de sus componentes, ha abierto ya y sigue ampliando con sus criminales decisiones, caminos que nos van llevando a abismos insospechables de perversión y de pecado contra el Decálogo y contra la ley natural, que también es ley de Dios.  Él, el Dios de la vida, nos ampare, y tenga misericordia de quienes han sido asesinados.

* Mario García Isaza c.m. Ibagué, enero 9 de 2022

Publicado en Columnistas Nacionales

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