Nunca antes el país se ha visto ante un dilema tan trascendental, pero el debate no se está dando sobre los verdaderos términos del mismo. La discusión se reduce a temas mecánicos. Docenas de precandidatos se presentan a la consideración nacional sin atreverse a enfrentar los temas de verdadera importancia. El primero y fundamental es el de la preservación del estado de derecho, la democracia representativa, la libertad personal y el modelo económico productivo.
Hasta ahora ningún aspirante se ha dirigido al país para plantear la disyuntiva entre libertad y comunismo, porque esta última palabra es tabú. Y como es impronunciable, el pueblo ignora lo que está en juego y lo que puede representar en materia de opresión, hambre y cierre del futuro, la elección del candidato que puntea en las encuestas. También es tabú recordar su prontuario, sus bolsas de billetes, su estrecha vinculación con Chávez y Maduro, su incompetente y dilapidadora administración, su ideología totalitaria y la locura de sus propuestas demagógicas.
En este debate no se discute nada: El plebiscito robado, la invalidez de los acuerdos que constriñen al gobierno y privilegian la subversión, la impunidad de los peores delincuentes, la entrega del poder judicial y la educación a la causa revolucionaria, la identidad entre la Farc parlamentaria y sus aparentes “disidencias”, el auge de la narcoindustria, las alcaldías subversivas, y así sucesivamente.
Todos estos temas y otros igualmente delicados son omitidos, empezando por el más grave, el de Venezuela. ¿Cómo es posible que con millón y medio o dos millones de venezolanos mendigando aquí, nadie la haga ver al electorado lo que significa el posible triunfo del candidato chavista?
Con discursos técnicos y con impecables argumentos económicos no será fácil rebatir las promesas de renta básica universal; salud y pensiones no contributivas; emisión en lugar de impuestos; servicios domiciliarios baraticos; repartición de tierras y viviendas ajenas… ¡
¡Cuando la casa se incendia, ya no es hora de hablar de los seguros que se debieron haber tomado oportunamente!
Mientras al pueblo no se le haga ver que todo eso produjo la terrible miseria, ya incorregible, en Venezuela, no veo mucho futuro electoral a la tardía figura de derecha que eventualmente surja en marzo para disputar la presidencia.
Desde hoy, porque para mañana es tarde, hay que emprender una campaña vigorosa y convincente, que haga evidente lo que se juega: la libertad y el futuro, contra el hambre y la opresión, y que fije en las mentes la figura verdadera del candidato Petro, cuya identidad con Castro, Chávez y demás hampones, no puede seguir siendo desconocida. “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Por desgracia hay muchas fuerzas políticas dispuestas a acomodarse con Petro, haciendo creer que ese individuo es un político más y que la vida con él seguirá como siempre…
Nada, pues, más increíble que un país con los ojos cerrados frente a una realidad visible. No hablemos de Cuba en 1959, o de Hungría en 1956, o de Checoeslovaquia, Corea del Norte o Cambodia, pero por favor, miremos el hambre horrible en el vecindario, que no conmueve a los políticos logreros, los medios fletados, los candidatos blandengues ni a todos los que siguen haciendo la política con la falsa cortesía con la que se trata a los que infunden miedo.
Omitir el tema de Venezuela equivale a descartar la carta ganadora en el juego decisivo por el poder, entre libertad y comunismo.
¡A todos hay que hacerles saber que PETRO ES VENEZUELA!
***
Con Xiomara Castro, esposa de otro sombrerón, Honduras se precipita en las honduras del socialismo del siglo xxi.