Traigo a colación una experiencia: tengo un sobrino que toda su vida ha trabajado en Urabá donde fue secuestrado dos veces, una junto con su hijo por las Farc, y la otra por el secuestrador humanitario León Valencia entonces comandante del Eln en la zona. El personaje, tenía una pequeña finca bananera donde el 80% de sus trabajadores eran reinsertados del Epl cuando este grupo negoció la paz y, de ello, se sentía orgulloso, pero eso a la guerrilla no le importa, el malo de la película era mi sobrino.
Es lógico, en legítima defensa a la que todos tenemos derecho, después de dos secuestros haberse afiliado a una Convivir absolutamente legal, creada por el presidente César Gaviria y su ministro Rafael Pardo como mecanismo de ayuda a la defensa contra los ataques se los grupos alzados en armas. Mi sobrino cometió otro “error”, si así puede llamarse, compró de buena fe en el norte del Chocó unas tierras donde inició un cultivo de palma africana, pero, según Teodora, esta era exclusiva de las negritudes. Él estudió el asunto con sus abogados que le confirmaron lo anterior, razón por la cual llegó a un arreglo con los afrodescendientes, que deberían ser los dueños, aunque jamás habían hecho nada allí, en el que mi sobrino les entregaba la propiedad de las tierras que él había adquirido y pagado, y formaban una sociedad donde ellos la aportaban y mi sobrino el cultivo y, compartían, según la equivalencia del valor de la inversión, las utilidades de la explotación.
¡Ahí fue Troya! Teodora, Gloria Cuartas y el padre Javier Giraldo a través de un sombrío colectivo de abogados le endilgaron dos acusaciones: “invadir tierras de las negritudes” y la de “paramilitar” por haber pertenecido a la Convivir. El juicio, absolutamente cargado, obviamente desechó argumentos; pero lo peor es que, los morenitos, que ya eran socios del cultivo, fueron curiosamente apareciendo asesinados, sin saberse porqué o por quién, aparentemente por declarar a favor del acusado, mientras este fue a parar a la cárcel donde pagó, hasta demostrar su inocencia, unos ocho años de prisión. Hace dos años supuestamente finalizó el juicio a su favor; pero sigue sin recibir sentencia definitiva, está en libertad condicional y, si desea viajar, por ejemplo, solo puede hacerlo si al juez le viene en gana.
Es curioso como actúa la justicia: a Andrés Felipe Arias y Luis Alfredo Ramos, para solo mencionar dos casos y no ir más arriba, les pasa lo mismo, no se les respetan sus derechos y los falsos testigos pululan en sus juicios. A otros en cambio, como el “señor de las bolsas” y “el sucio”, los salva el teflón marxista y unas cortes de cuatro en conducta que acomodan juicios en política, olvidado su juramento de jurisconsultos, o más bien, de rábulas y tinterillos, motes que aun les quedan grandes.
El Rincón de Dios
“Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas.” 1 Tes 4,6