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Alexánder Cambero  

Con la mirada puesta en la calamidad ha presenciado el desmoronamiento del país. La gran nación envidiada en el planeta por su potencialidad en recursos naturales, reducida a chapalear en el estiércol de las penurias. Le robaron miles de millones para financiar la ampulosa corrupción que es gangrena de un proyecto político absolutamente deshonesto.

El germen de odio que consume sus vísceras frustradas, se hizo gobierno para desde Miraflores, planificar la destrucción de la democracia venezolana.  Mayor flagelo humano es conocido por muy pocos en la expedición azarosa del planeta. La aplanadora gubernamental quiso abatirnos para de emboquillada imponer una causa muerta.

La revolución es poner en marcha el retroceso hasta llevarnos a las entrañas del colapso histórico. El fracasado socialismo es exhibido como el último descubrimiento del hombre, cuando es en realidad una aberración que hundió el destino de sociedades enteras. Solo la peste negra llevó más muerte a su molino que estas experiencias funestas de donde aprende la caricaturesca alumna venezolana. 

¿Cómo ha hecho el venezolano para no rendirse? 

Goza de un corazón que sabe resistir cualquier tropelía. Viene de su raíz libertaria tan acendrada en su conciencia. Los han acorralado y sigue allí rebelándose ante el obsceno poder.  El venezolano sufre el hambre que rebusca en la basura. Can salarios miserables y una canasta básica alimentaria en la estratósfera se mantiene en pie de lucha. Un país sin oportunidades de empleo, lleno de empresas quebradas- con pocas probabilidades de renacer- de continuar este estado de cosas. No deja de pregonar su razón de cambio.

Poseemos la mayor inflación del planeta que aunado a la tasa del desempleo son los aliados perfectos de un dólar que juega en las bandas que utiliza la administración de Nicolás Maduro para seguir enriqueciéndose. Todo un mecanismo financiero perverso que auspicia el atraco a mano armada de nuestras arcas.

Nos han coartado el derecho a disentir, molieron a palos a la libertad de expresión. Destruyeron a medios de comunicación para ponerle un candado a la opinión. Les incomoda un ciudadano crítico que no se deje embaucar por la cháchara oficial.  Quien piensa distinto es visto como el enemigo. 

 Saquearon al estado para complacer su desmedido apetito malhechor. Encontraron el tesoro nacional para hacerlo el botín ideal que anhelada la revolución para enarbolar la bandera de sus embustes. Y así con todo ese álbum de vejámenes los venezolanos seguimos resistiendo con dignidad. 

Auspiciaron la violencia.  La hicieron su seña para someter a todo aquel que no comulga con su religión. En la misma medida que crece el fanatismo por un modelo. Un aparato judicial viciado decide la suerte de los inocentes.

Las cárceles están llenas de presos políticos. Igualmente el exterminio de seres inocentes que hoy son tumba y recuerdos. Acá no se respeta los derechos humanos, por el contrario los grupos reaccionarios son el orgullo revolucionario.   

El régimen descuartizó a la familia venezolana obligando a muchos de sus miembros a tener que huir  de la patria. Atravesamos el infierno del Darién, caminamos con niños en brazos el páramo de Berlín. Los huesos entumecidos anclaron en Ipiales. Toda una odisea para cruzar cuanto pantano aparezca en el camino. Hemos dejado pasos en cualquier sendero de esta América tan desparramada en intereses.

Llegamos al río Bravo para soportar el tráfico de vidas de bandas de coyotes desalmados. Cuando otros se rindieron para pulular en el polvo de la bucólica geografía. Nuestros compatriotas con el corazón adolorido lograron quebrar la resistencia para escribir un nuevo capítulo en sus apesadumbradas vidas.

En algún rincón del hemisferio la libra un venezolano. Sufrimiento desgarrador que se dibujó en rostros de copiosas lágrimas, oraciones para encontrar ayuda en medio de un  calvario multiplicado en millones de historias. Un mundo desconocido para la gran mayoría, pero que era preferible al desastre nacional

Un país en sigilosa marcha con dirección a la cruel incertidumbre.  Sufrimos el acoso de la xenofobia. Lugares inhóspitos donde no fuimos bien recibidos. Ser venezolano era tener el estigma en la frente de una nación donde gobierna una satrapía.

Contra ese lúgubre cuadro nos hemos rebelado para no dejarnos aplastar. En la crisis hemos conseguido armas para subsistir. La gente enfrenta las necesidades con ingenio y creatividad. El ciudadano se activa ante su necesidad. Son los héroes que ganan cada batalla en su propia contienda.

El modelo revolucionario no ha podido quebrar el espíritu democrático del venezolano. Pudimos contra la pandemia y lo haremos igualmente contra la tiranía. Vamos a salir de esta desgracia.

@alecambero

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