Hoy Manizales -otrora “El mayor desafío de una raza”-, es visible en todos los medios nacionales e internacionales gracias a la corrupción, improvisación, ineptitud y torpeza del primer mandatario local, Carlos Mario Marín Correa. Qué lástima que estemos de moda, y no propiamente por todo lo que tenemos (¿o teníamos?) para mostrar, o por tantas virtudes de una tierra hidalga, señorial, alegre, culta, emprendedora y amable. Que brillemos por el ridículo al que nos somete las ansias de protagonismo de un mandatario pueril, lleno de maldad y podredumbre; ansioso de figurar en los medios, así sea por su estulticia administrativa; posando de influenciador, así sacrifique su ciudad; y deseoso de contar sus realizaciones, así estén solo en el papel o tenga que llenar de embustes a su auditorio.
Y a pesar de que llevamos varios días riendo por los memes en las redes sociales, el fondo de este asunto es para sentarnos a llorar. Porque, ¿cómo vamos a resurgir de esta cueva profunda donde nos está sumergiendo Carlos Mario Marín? ¿Cómo haremos para recuperar tres años de destrucción, corrupción, caos, desgobierno, estupideces y despilfarro? ¿Cómo podremos reconquistar la confianza de la ciudadanía, el amor por lo nuestro, el civismo perdido, el orgullo destrozado, y las ganas de luchar por esta hermosa ciudad? ¿Podrá aguantar Manizales un año más de esta mediocridad, maldad, perversidad y falta de decoro?
¡Sí: es para llorar! Porque el mal que nos está causando el alcalde Marín es inmenso; porque Manizales entera se duele hoy de lo que nos eligieron como alcalde. Y aún sus propios electores, que en principio lo defendían a capa y espada, están profundamente desengañados; y esos jóvenes que veían en su par a quien podría representar el cambio, ven que un solo individuo les arruinó sus posibilidades de posicionarse como la solución y como la manera de desterrar viejos vicios de la política. Sus pares, repito, saben que este alcalde tiró por la borda su credibilidad y despilfarró el potencial que le confiaron en las urnas.
Pero además es para llorar la poca dignidad de los concejales que han pasado de agache ante todos los escenarios que le sirven de soporte al ridículo alcalde, y han posado de celestinas para sus fechorías, desaciertos y actos de corrupción. Este concejo se está convirtiendo en la institución más desprestigiada, de donde saldrán algunos miembros llenos de dinero, pero en la total ruina moral; es hoy el peor foco de connivencia para enriquecer la administración, así signifique la quiebra de la ciudad.
¿Y cuál es la solución? ¿Esperar a que nos acaben de arruinar a Manizales, nos destruyan lo poco que queda, y echen a perder definitivamente las próximas generaciones? ¡No! Debemos adelantar un gran movimiento encaminado a que, si el alcalde tiene aunque sea un poco de dignidad, renuncie a su cargo y podamos empezar desde ya a reconstruir la ciudad y a evitar que sigamos rodando por este despeñadero fatal. Pero, como esa dignidad es poco creíble, debemos pedir entonces una intervención de las entidades nacionales para salvar a Manizales de la debacle que cada vez se hace más evidente. ¡Ya que el alcalde no nos respeta, hagámonos respetar! ¿O preferimos terminar asistiendo a la entrega de las llaves de la ciudad al señor Randy Thompson del “hermano estado de Liberland”, o de espectadores cuando el concejo lo distinga con la Gran Orden en el Grado de Caballero? ¡No! ¡Hay que actuar ya!