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María Isabel Rueda  

¿Qué logrará Petro semiparalizando la acción contra la droga y sin ningún indicio de legalización?

El paroxismo que entre algunos ciudadanos y hasta entre respetables colegas produjo el discurso de Gustavo Petro ante la ONU me llenó de perplejidad. Quedaron alelados.

Esa misma noche, Petro tuvo que salir a aclarar que no dijo en la Asamblea de la ONU lo que muchos entendieron que había dicho. Que él no estaba proponiendo la legalización de la droga, o que cuando se dirigía a “ustedes”, que todos entendimos que se trataba de los EE. UU., acusándolos de ser hipócritas con la protección de nuestra Amazonía, no era hacia un país en concreto, sino hacia las Naciones Unidas, como un amasijo de países, por ser incapaces de proveer para las necesidades básicas de la humanidad.

Según Petro, su discurso impactó dizque porque por primera vez un exmilitante del M-19 se pronunciaba ante el planeta como presidente, para “situar al país en el mundo”, con un discurso desafiante y retador. Es dudoso que alcance este propósito. Pero por ocuparnos de las formas no hemos tenido tiempo de analizar lo que sigue: sus consecuencias políticas. ¿Qué sigue?

Por ejemplo: ¿qué van a hacer los gringos, nuestros principales aliados en esta lucha contra las drogas, guerra que Petro destrozó en su discurso comparándola con la de los nazis? ¿Entenderán que se van a quedar sin oficio o se verán obligados a negociar con Colombia un nuevo papel en una política antidrogas, que todavía es un simple esbozo de un cambio de paradigma?

Una consecuencia, claro, puede ser que los gringos queden sin oficio. Y que Ejército y policías colombianos tengan más tiempo para perseguir carteristas, ladrones de celulares y bicis, mientras se afloja la vigilancia a la siembra y al narcotráfico.

Pero eso también dependerá de qué será lo que crean los cultivadores de coca que pasará con ellos, bajo esta nueva política. Aunque el Gobierno ha sido muy contradictorio en determinar si seguirá habiendo erradicación forzada o no, el ambiente parece inclinarse más por uno comprensivo, consistente en que el cultivador no es el culpable del narcotráfico de cocaína, por lo que, para él, nada va a cambiar. Podrá seguir sembrando, ahora sin que lo molesten tanto.

La otra categoría es la de los narcos puros. Como la idea bastante utópica que Petro llevó ante la ONU es que, sin ser una legalización, sí va a haber una regulación del negocio de la droga, lo más probable será que puedan seguir en la actividad porque, en el peor de los casos, si los cogen, se entregan y negocian. Es decir, tal y como Petro plantea las cosas, los gringos no tienen una razón legítima para seguir metidos aquí ayudando; los cultivadores tampoco, para dejar de sembrar; y los narcos tampoco, para retirarse definitivamente.

Conclusión: después del discurso de Petro, nunca habíamos estado más lejos de nada, pero más cerca de la mata sagrada. Sobre todo, me pregunto, ¿qué garantías tenemos de que el discurso de Gustavo Petro vaya a producir realmente un cambio mundial de una política prohibicionista a una revisionista? ¿Tiene realmente el liderazgo, solo por ser un presidente de izquierda, de convocar a la comunidad internacional? (Parece convencido de que sí: en su discurso de aceptación del triunfo, Petro dijo que no solo debería estar contenta Colombia, sino Latinoamérica y, además, ¡el mundo!).

No creo que por ahora le alcance la superioridad moral que destella lanzando tales frases e ideas, por lo demás en un discurso que dista mucho de ser el más desafiante de los que se han escuchado en la ONU. Y la pura verdad, Petro no es el que tiene las llaves del cambio de paradigma: es la comunidad internacional. Luego, no solo con poner a la política de represión en un segundo plano la coca y la cocaína van a disminuir o se van a acabar. ¿Y de qué manera el fin aún dudoso de esta política prohibicionista va a aplacar el conflicto?

Existe una gran verdad: el reconocimiento que recibimos de líderes, agentes y observadores internacionales acerca de la victimización del narcotráfico de la sociedad colombiana, que está fuera de toda proporción, no lo cambió el discurso Petro.

Por el contrario, quedamos más cerca, con este acto de oratoria exhibicionista, de terminar metidos en un limbo geopolítico y legal; o de que incluso pueda llegar a ser contraproducente, si se sigue insistiendo en que el concepto de ‘paz total’ se convierta en un vehículo de tratamiento político; el proceso de paz perdería apoyo internacional, lo que desgastaría al Gobierno, empeorado por la confusión que ya está produciendo dentro de los grupos desmovilizados.

¿Qué será lo que logrará realmente Petro, semiparalizando la acción contra la droga, pero sin ningún indicio de legalización?

Entre tanto... Lo único bueno de las últimas horas es que aparentemente desaparece la palabra ‘acogimiento’ para las bandas criminales, y regresa la de ‘sometimiento’.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 25 de septiembre de 2022.

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