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José Manuel Acevedo 

Uribe y sus congresistas están listos para emprender una oposición constructiva, leal e inteligente.

Si todo sale como está previsto, en cuestión de horas se dará el tan anunciado encuentro entre el expresidente Álvaro Uribe y el presidente electo Gustavo Petro. Se trata de una reunión para hablar entre contrarios. Ni ceder, ni negociar ni arrodillarse uno frente al otro. No. Es un encuentro para reconocerse como opositores, para exponerse mutuamente planteamientos en los que quizá jamás haya puntos de encuentro o tal vez para identificar algunos aspectos en los que haya coincidencias y conversar sobre ellos, pero, sobre todo, es una reunión para reivindicar el valor del diálogo democrático.

Sé que a muchos miembros del Centro Democrático (CD) les parece que en medio de tanto político vendido en estas últimas horas, este cara a cara puede mandar mensajes equivocados y que significaría una claudicación anticipada frente al nuevo Gobierno. Por el contrario, que el líder natural del CD y antagonista político de todas las horas de Gustavo Petro haya aceptado la invitación a sentarse en una misma mesa denota altura para tramitar el momento político presente, es coherente con la premisa de hablar con franqueza y de frente que siempre ha expuesto Uribe y le permite a esa colectividad sentirse reconocida y viva frente a los pronósticos que muchos hacían de que el Centro Democrático estaba muerto y había salido de la escena política para siempre. Que el presidente electo siga prestándole atención a Uribe y lo invite a dialogar tempranamente demuestra que el expresidente y la facción que este representa sigue contando en Colombia.

Pero para Petro también es positivo el encuentro. Decía John F. Kennedy que “se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”. Buscar puentes de entendimiento con sus opuestos le abre un espacio necesario para garantizar la legitimidad de sus decisiones y le permite, en términos del expresidente Belisario Betancur, “desarmar los espíritus” y allanar con prudencia el camino reformista que se propone emprender. Aislarse o “izquierdizarse” más de la cuenta no es una opción realista, admite el propio Petro en recientes declaraciones.

Ahora bien, uno espera de esa reunión que Uribe plantee en nombre de muchos colombianos líneas rojas que permitan atenuar los posibles daños derivados de un modelo que puede tener la tentación del populismo y de arrasar con su aplanadora en el Congreso con todos y con todo. Uno esperaría que se diga de una vez y para siempre que el eje del crecimiento económico está apalancado en un modelo de producción en el que se respete la dignidad del trabajador pero se impulse y se reconozca el papel fundamental del empresario, desde el más pequeño hasta el más grande.

Le haría bien a Colombia que, después de esa conversación, quedara claro que Uribe y sus congresistas están listos para emprender una oposición constructiva, leal e inteligente, pero al fin y al cabo oposición, para que existan esas necesarias voces disidentes y que el presidente Petro asuma con seriedad la protección de esas expresiones discordantes para sustentar que seguimos siendo una democracia.

Finalmente, aunque desconozco si será tema de la charla o no, sí creo que llegó el momento de hablar en voz alta del proceso judicial de Uribe. El acuerdo nacional debe alimentarse de lógicas simétricas: no es posible que los victimarios de las Farc estén lejos de pagar por las atrocidades que cometieron mientras sobre Uribe pese la posibilidad latente de un carcelazo. ¿Quién puede entender eso en una sociedad que, como dice el presidente Petro, debe pasar las páginas del sectarismo, la polarización y la venganza?

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 27 de junio de 2022.

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