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José Manuel Acevedo 

Los próximos parlamentarios y el futuro presidente tendrían que trabajar en la reconstrucción de esa confianza perdida a partir de un diálogo directo con los ciudadanos y la consecución de victorias tempranas que devuelven el optimismo.

Una de las peores cosas que le pueden pasar a las sociedades modernas es la desconfianza. La gente que desconfía del vecino, de la seriedad de la palabra, de las instituciones, de sus políticos y de sus jueces suele entregarse a los falsos mesías que, con su discurso antisistema, se aprovechan del estado de pesimismo general para ofrecer el oro y el moro y conquistar a las desesperadas masas que buscan con angustia una solución distinta para los males que las aquejan.

Colombia está pasando, lamentablemente, por una de esas crisis de confianza. Los resultados de las distintas encuestas así lo dejan ver. El termómetro del programa “Cómo Vamos” que se activó en 5 ciudades que incluyen Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga, Cali y Medellín, lo evidenció con claridad. En casi todas las capitales, los alcaldes tiene más negativo que positivo llegando a cifras históricas en desfavorabilidad para mandatarios como Claudia López, por ejemplo, que no se veían desde la corrupta administración de Samuel Moreno.

En el manejo de temas sensibles y prioritarios como el hambre o la corrupción, los alcaldes también salen rajados y otro tanto pasa con la encuesta de Invamer que se reveló en los últimos días. El sistema judicial colombiano ronda el 80 por ciento de desfavorabilidad; el Congreso tiene un negativo de 82 por ciento, los partidos políticos aparecen con un 84 por ciento de desconfianza e instituciones como la JEP, la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía también resultan con un negativo mayor que su imagen positiva.

Ahora bien, es curioso que cuando las encuestadoras preguntan a los ciudadanos si creen que el país va por buen camino, más del 80 por ciento responde que no, pero si la pregunta es formulada distinta y se interroga por cómo le está yendo “a usted y a su familia”, los porcentajes cambian sorprendentemente y la percepción de la realidad más cercana es sustancialmente mejor que aquella abstracta de “país”.

Con todo, hay muchas cosas por arreglar. Los próximos parlamentarios y el futuro presidente tendrían que trabajar en la reconstrucción de esa confianza perdida a partir de un diálogo directo con los ciudadanos y la consecución de victorias tempranas que le devuelven el optimismo a una sociedad que va mejor que otras en el vecindario pero que no es todavía capaz de verlo.

Ese terrible mal llamado “desconfianza” tiene que ser abordado en serio y ojalá no sea demasiado tarde.

https://www.vanguardia.com/, Bucaramanga, 20 de febrero de 2022.

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