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Humberto Montero    

Los colombianos están de dulce. Chile ha decidido hacerse el harakiri en plena pandemia eligiendo a un filocomunista como presidente. ¿Cómo es posible que una votación que se celebra a 6.500 kilómetros incida en su vida?, se preguntará usted con toda la razón del mundo. Es muy sencillo. Si hoy tuviera que invertir un solo peso en una economía suramericana, tenga a buen seguro que no elegiría a Chile, lo mismo que no optaría por la corrupción kirchnerista que gobierna en la sombra en Argentina. Descartado el Cono Sur, el dinero mira a destinos seguros y estables, y Colombia es uno de ellos.

Porque el dinero no es que sea cobarde, como suelen decir los enemigos del liberalismo, es que no es estúpido y busca refugios donde poder crecer. Por eso, todos los gurús de izquierdas que logran hacer unos ahorrillos engañando a los desgraciados que les compran el mensaje del igualitarismo por la cara —sin esfuerzo ni talento—, y que logran arañar de las arcas del Estado un capital jugoso con el que retirarse a sus cargos (en universidades públicas, preferentemente) tras su paso por el poder, optan por comprarse propiedades o colocar sus millones en lugares amables a la inversión. Porque, no nos engañemos: donde hay lucro, hay alegría.

No cabe duda de que Gabriel Boric ha logrado una victoria contundente. Bien por él y por quienes le han votado. No esperen un despegue económico del país en los próximos años, sino más impuestos y más gente viviendo del Estado. Eso es lo que ha votado la mayoría, así que enhorabuena a los millones de chilenos que han elegido el atraso. Porque mientras Chile se estanca, otros lo adelantarán como destino “serio”.

En la última restauración cosmética de su programa económico con vistas a la segunda vuelta que le ha dado la victoria, Boric mantuvo el incremento de la presión fiscal de nada menos que ocho puntos, mientras introduce medidas proteccionistas a las inversiones. Es cierto que Boric ha tenido que realizar un giro copernicano hacia la moderación para lograr la victoria aceptando ceñirse al nivel de gasto público pactado por el Congreso para 2022, pero que nadie se llame a engaño: un programa económico que pasa de 230 páginas en primera vuelta a solo 18 en segunda o contiene las ideas de un charlatán o las de un arribista que oculta sus verdaderas intenciones. Hasta que llegue el momento de hacerlas cumplir.

Sin embargo, tengan por seguro que lo que no abunda en el programa de Boric es la palabra libertad. Porque mientras su oponente conservador, José Antonio Kast, apostaba por que quienes lo desearan pudieran administrar directamente una parte de sus fondos de pensiones, Boric pretende dar carpetazo al sistema privado por uno de reparto similar al español, que se encuentra al límite por culpa de los sucesivos gobiernos que no se atreven a meterle mano a una espiral en la que la pensión de jubilación media de los nuevos pensionistas es de 1.450 euros al mes (1.630 dólares de media, más dos pagas extra), aunque se haya aportado lo justo. Todo a costa de quienes pagan de más, claro está, que financian unas pensiones mínimas de jubilación de 721 euros (812 dólares) en 14 pagas. Un sistema “solidario”, sí, pero insostenible hasta el punto de que en los dos próximos decenios España debe asumir cinco millones de nuevas pensiones de jubilación sin la certeza de que el sistema tenga capacidad de pago.

Porque cuando la “solidaridad” se atiende con dinero ajeno todo suena mejor. Sin embargo, para quienes financiamos cada mes con la mitad de nuestro sueldo un sistema asistencialista y vemos cómo sus beneficiarios solo aportan sus votos para seguir exprimiéndonos, la solidaridad suena a “confiscación”.

Esa es la apuesta de Boric: cebar el Estado para ampliar la red clientelar de la que se nutre la izquierda. Mejor para ustedes.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 21 de diciembre de 2021.

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