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Mauricio Botero C.  

Leer la muy pobre entrevista a Gustavo Petro, el pasado domingo, en El Tiempo lo lleva a uno a concluir que no se sabe quién era peor: ¿el entrevistador o el entrevistado? Petro propone, entre otras, acabar con la exploración petrolera; desaparecer la minería del carbón; subir los impuestos a las importaciones de alimentos, confecciones, textiles y cueros, y obligar al Banco de la República a emitir dinero en las cantidades que su régimen considere necesarias. No se puede negar que las propuestas simplonas… casi infantiles del candidato de extrema izquierda tienen importante acogida entre los necios y los ingenuos.

En el campo minero-energético, las simplezas de Petro le pueden costar al país US$22.000 millones en ingresos y la desaparición de $22,2 billones en regalías. En lo macro, Petro hace gala de su ignorancia cuando califica a Colombia de ser un país carbonero. Este mineral en realidad solo aporta el 1% del PIB del país, una cifra pequeña. Petro igualmente se equivoca cuando afirma que el carbón y el petróleo “tienen unas fechas, unos cronogramas, unas intensidades, que en el caso del carbón son más rápidos que en el del petróleo. No es una decisión de política interna, es mundial. Si no hay quien compre el carbón ni el petróleo colombiano, entonces hay que reaccionar ya”. Se equivoca Petro porque precisamente no hay fechas ni cronogramas para el fin del carbón y el petróleo. Tampoco es que vaya a haber el momento en que la gente no quiera comprar el petróleo o el carbón colombiano. Lo que va a ocurrir es que ofrecerán precios tan bajos que no se va a justificar extraerlos. En contraste con las simplezas de Petro, se trae a colación lo escrito por el científico Moisés Wasserman en un reciente artículo en El Tiempo: “Los manifestantes (en Glasgow) pedían un cambio instantáneo, como si existiera un interruptor que pasa de on a off y termina de un golpe el problema. Confunden un lema con una solución. El lema calienta el alma y lo hace sentir a uno noble, pero no resuelve nada. Creer en ese interruptor mágico es como frotar la lámpara de Aladino y pedirle al genio que acabe con la polución mundial. Los oportunistas suelen hacer promesas incumplibles, porque confían en su vaguedad y en nuestra mala memoria… Las transiciones no pueden ser súbitas, no se puede dejar morir de frío a los compatriotas de Greta en el invierno ni paralizar los sistemas económicos, que son el trabajo y la comida de la gente. El final de los hidrocarburos será gradual, hay que impulsarlo, pero midiéndolo bien, y sus excedentes financieros deberían ser usados para financiar los desarrollos que los van a reemplazar”.

En el campo agrario e industrial, Petro propone regresar al modelo cepalino de la década de los 60, que año tras año demuestra su inoperancia: “Subiré los impuestos a las importaciones de cuatro ramas agrarias industriales para defender la economía nacional y generar millones de puestos de trabajo. Son la producción agraria de alimentos, confecciones, textiles y los cueros”. Petro se cuida en la entrevista (y el entrevistador no tiene la perspicacia para profundizar) de no precisar cuáles son las ramas agrarias que piensa proteger y cuáles, como lo ha prometido en público en diversas ocasiones, son las que piensa expropiar. Petro no es consciente de que a medida que les cerremos las puertas a las exportaciones de otros países, estos a su vez nos van a cerrar las puertas a nuestros productos; y a medida que expropie arbitrariamente, va a ahuyentar la inversión nacional y extranjera.

https://www.elespectador.com/, Bogotá, 28 de noviembre de 2021.

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