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Mauricio Botero C.  

Vladimir Putin es un megalómano cuya desbordada autoestima y delirio de poder lo llevó a adelantar la brutal invasión a Ucrania. Años luz de ser este operativo militar “genial”, como la catalogó Donald Trump, dicha invasión ha sido un fracaso rotundo para Putin, quien no contaba con dos factores: el primero es el admirable coraje y tesón con que los ucranianos han defendido su patria. Lejos de salir corriendo, estos valerosos les han dejado saber a los rusos que, en vez de verles la espalda, les tendrán que ver las caras.

Cuenta el historiador John Gaddis que tras cruzar el Helesponto (el estrecho que une el Mediterráneo al mar Negro), el emperador persa Jerjes avanzó convencido de que el volumen de sus fuerzas haría inútil cualquier resistencia. “Aun reunidos todos los griegos no serían capaces de plantearme la cara”. Para Gaddis, “Jerjes enfrentó el mismo dilema al que tuvo que desafiar Napoleón en Moscú en 1812: ¿qué hacer cuando has capturado tu objetivo, pero solo tienes ante ti una ciudad abandonada?”. Putin podrá seguir bombardeando hospitales de maternidad, mas no doblegar a Ucrania

La otra monumental equivocación de Putin es no haber previsto la magnitud de las sanciones por los actores no-gubernamentales (ANG). Los rusos estaban preparados para las sanciones oficiales europeas y estadounidenses (llevaban años construyendo reservas internacionales que hoy superan los US$630.000 millones y disminuyendo el endeudamiento). Pero aún más importante que las de los gobiernos, como el haber sacado a Rusia del mecanismo de pagos SWIFT, son y seguirán siendo las sanciones de los ANG. Millones de ciudadanos a nivel global, sumados a decenas de miles de empresas privadas en el mundo entero, como APPLE, VW y Google, son las que han decidido de manera individual sancionar las tropelías de los rusos en Ucrania. Ninguno de estos actores depende de los gobiernos, y sus sanciones pueden llegar a ser bastante más efectivas y duraderas que aquellas estatales. A excepción de Shell, que está bastante arrepentida, pocas son las empresas que están hoy comprando gas y petróleo ruso: menos por las sanciones oficiales, que por el hecho de que estos combustibles fósiles (al igual que los diamantes de Sierra Leona) están manchados de sangre.

Apostilla 1: La ignorancia de Gustavo Petro quedó en evidencia cuando públicamente declaró “qué Ucrania ni qué ocho cuartos”. El mundo está ad portas de una catástrofe social, económica y aun nuclear, sin precedentes. Que Petro piense que lo sucedido en Ucrania no tiene relevancia alguna demuestra la mendacidad y estrechez de su visión.

Apostilla 2: No se puede poner en tela de juicio el que Colombia sea un país abierto, inclusivo y tolerante. El que quiera votar al Congreso por Nicolás Maduro y por el delincuente Álex Saab, solo tiene que apuntarse al tarjetón del “Pacto Histórico”, en que el que la socia de estos dos sinvergüenzas, Piedad Córdoba, aspira a ser senadora. Si se admira a las “orquestas para delinquir”, el senador del Partido Liberal Mario Castaño les dará oportunidad de reelegirlo. Finalmente, si lo que quieren es elegir a desubicados que presumen de politólogos (que ni siquiera saben cómo funciona el Congreso), los Verdes y el Nuevo Liberalismo tienen a un par en sus listas.

Apostilla 3: Para aquellos que están deseosos de tener excelentes senadores que los representen, Paloma Valencia, Miguel Uribe y Gabriel Velasco son tres candidatos excepcionales. En Bogotá, Gabriel Santos merece repetir en la Cámara.

https://www.elespectador.com/, Bogotá, 13 de marzo de 2022.

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