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Carlos Caballero A.

Alterar la terminación de un proyecto en 85 % de ejecución es una pésima decisión económica.

Atiempo que el mundo empieza a experimentar una crisis energética, en Colombia la Contraloría General de la Nación y el alcalde de Medellín se han propuesto fabricar nuestra propia crisis. El cambio de contratistas para terminar la central hidroeléctrica de Ituango, que al entrar en operación suministrará el 17 % de la energía que se consuma en el país, introduciría un nuevo traumatismo en el proyecto y pondría en riesgo el abastecimiento de energía eléctrica en el país a partir del 2023.

La pospandemia trae consigo nuevos problemas y dilemas de política económica a nivel global. Especialmente en el sector de la energía. El rebote de la demanda agregada de bienes y servicios ha sido vigoroso. Sin embargo, la mayor actividad productiva para atenderla se ha visto afectada, entre otros factores, por el alza abrupta de los precios de la energía. La consecuencia es el aumento de la inflación y la disrupción en el mercado mundial de energía.

Por estos días el precio del gas natural en Europa es cinco veces superior al de hace un año. Desde mayo pasado, además, el precio de una canasta compuesta por el petróleo, el carbón y el gas aumentó 95 %. En su edición de la semana anterior, la revista The Economist informaba que en Gran Bretaña han vuelto a despacharse las plantas térmicas a carbón.

Para completar, el suministro del gas en Europa depende de Rusia, que le envía el 41 % de sus necesidades. Es decir, de la voluntad política del señor Putin, que emplea las exportaciones de gas y de petróleo como herramienta para lograr sus objetivos estratégicos frente a Europa y los Estados Unidos.

Varios elementos explican lo que está sucediendo: sequías e inundaciones en China, bajos inventarios de gas y de petróleo, pocos vientos en Europa y mantenimientos de la infraestructura. Pero, también –y muy importante– la misma transición energética. Una parte del aumento del precio del gas se atribuye a una demanda adicional, por constituir el gas la fuente de energía ‘puente’ cuando dejan de utilizarse combustibles fósiles tradicionales –carbón y petróleo– y se transita hacia un mundo en el cual predomine el uso de energías renovables –solar y eólica, principalmente–. La actual demanda de gas, entonces, no proviene solamente de la recuperación productiva, sino de su utilización creciente como insumo energético frente a otros combustibles.

La oferta de gas natural no crece al mismo ritmo de la demanda. La oferta del gas natural licuado (GNL) se ha reducido y las importaciones europeas son 20 % inferiores en este año con respecto a las del anterior. Por eso, muchos países han tenido que recurrir de nuevo al carbón y a los combustibles líquidos para generar energía. ¡Lo contrario de lo que el mundo requiere para combatir el cambio climático!

* * * *

El horizonte mundial en materia de energía no está despejado. El colombiano tampoco. Es claro, por ejemplo, que la producción de gas en el interior del país está declinando rápidamente por lo cual, en pocos años, habrá que acudir al gas producido en la región Caribe y al gas importado. Y si la hidroeléctrica de Ituango se retrasa, la necesidad de la generación térmica con base en gas y, eventualmente en carbón, será mayor. Y los precios de la energía serán más altos.

Alterar la terminación de un proyecto en 85 % de ejecución con los contratistas actuales sería una pésima decisión económica y de ingeniería. Además, se sustentaría en la falsa premisa de que el costo de los problemas geológicos o técnicos en un proyecto tan complejo como el de Ituango debe ser pagado por los contratistas.

¿Para qué sumar a las múltiples crisis que vive del país una adicional: la de la energía?

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 22 de octubre de 2021.

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