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María Clara Ospina  

Ojo con las actuaciones de Juan Manuel Santos; nunca son lo que parecen ser. Su astucia es superlativa; su cinismo, absoluto; su capacidad de manipular la verdad, ¡magistral! No es sino oír sus declaraciones ante la Comisión de la Verdad el 11 de junio de este año para fácilmente comprobar todo lo dicho.

Hay que ver cómo responde a las preguntas sobre la vergonzosa tragedia de los falsos positivos, ocurridos durante los tres años en que él fue ministro de Defensa del presidente Álvaro Uribe (2006-2009). Responde con cara de “yo no fui”, voz suave, cabeza levemente inclinada, muestra sus manos abiertas en señal de limpieza, todos manierismos bien calculados para significar inocencia. Tal como lo recomienda cualquier manual de análisis del lenguaje corporal. Es la misma técnica usada por Gustavo Petro en sus entrevistas.

Luego Santos, taimadamente, va soltando respuestas como: “Confieso que en mis primeros meses en el ministerio oí los rumores sobre la posible existencia de los falsos positivos, pero, como entonces no pasaban de ser rumores sin evidencia que los sustentara, no les di credibilidad. No me cabía en la cabeza que algo así pudiera estar ocurriendo”. Pero no explica si investigó, o no, los aterradores rumores. Esa era su responsabilidad, ese su deber. Y a continuación, con total cinismo, descarga el bulto de la culpa sobre Uribe: “Uribe en realidad pretendía acabar militarmente a las Farc, quería una derrota total”. ¿Acaso ese no era el deseo de la gran mayoría de los colombianos, incluido usted?, o, por lo menos, eso decía por esos días. Y remata Santos, poniendo la banderilla final: “La presión por producir bajas y los premios por lograrlo fueron, sin duda, los principales incentivos para semejante degradación del conflicto”. Da escalofrío leer estas declaraciones. Jamás explica qué hizo como ministro de Defensa al respecto.

Y, así, manipula la verdad, “pasa agachado” ante las peores acusaciones; como con lo referente a los dineros sucios de Odebrecht entrados en su campaña durante su segunda vuelta presidencial. Lo peor es que algunos le creen, o fingen creerle.

Hoy, en vísperas de las elecciones presidenciales del 2020, no le creo que su candidato sea Alejandro Gaviria; eso nos ha hecho creer, pero creo que Santos realmente apoya a Petro. Como lo hizo cuando Petro competía por la alcaldía en el 2011 y ganó. ¿Por qué ganó? Porque Santos dividió las fuerzas que estaban por Enrique Peñalosa, quien tenía las mayorías, apoyando subrepticiamente a otro candidato sin posibilidades de ganar. Hoy hace lo mismo, divide a los enemigos de Petro, cuya división multiplica las posibilidades del exguerrillero.

Estamos a un paso de un gobierno comunista, como Venezuela, Nicaragua., Cuba y Perú, con el beneplácito de Santos.

Santos es “mamerto” desde juventud ¿Quién no lo sabía? Pero lo camufló muy bien cuando fue ministro de César Gaviria (Comercio), Andrés Pastrana (Hacienda) y Álvaro Uribe (Defensa). Hoy lanza dardos venenosos a Pastrana y Uribe y vamos a ver cómo enreda a Gaviria. Porque si de algo no sabe Santos, es de lealtad.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 05 de octubre de 2021.

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