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Juan Lozano           

Anima que 914.000 personas hayan salido del desempleo.

Entre agosto del año pasado y agosto de este año, 914.000 personas salieron del desempleo, según las cifras suministradas por el Dane. La tasa de desempleo en el total nacional fue de doce coma tres por ciento, lo que implica una disminución de 4,5 puntos frente a la del mismo período del año pasado, cuando se había ubicado en el 16,8 por ciento.

Estas cifras colocan al país básicamente en el mismo nivel de desempleo que teníamos antes de la pandemia, lo que es una buena noticia sobre la dinámica del mercado laboral, aun a pesar de que la cifra sigue siendo demasiado alta. Colombia debe mantener el empeño de llegar, nuevamente, a niveles que se midan en un solo dígito.

Antes de que llegara el covid ya se habían encendido las alarmas sobre el mercado laboral. Y con razón, porque el desempleo venía aumentando y se requerían ajustes en las políticas macro, laboral y tributaria para poner foco en la generación de empleo. Los ajustes tributarios habían favorecido el recaudo y el crecimiento, pero no impactaban favorablemente el empleo. El coronavirus puso todo patas arriba y el frenazo de la economía se tradujo, entre otros efectos, en una pobreza y un desempleo disparados.

Quedó en evidencia la ineficacia del sistema para combatir la informalidad de la economía y la consecuente informalidad laboral. No podemos esconder la gravedad de este mal. Quien quiera ser presidente de la República deberá tener una propuesta coherente, rigurosa, realista y no populista en este frente.

Así las cosas, debemos registrar con alegría no solo el repunte de la actividad económica, sino muy especialmente la mejoría de las cifras de empleo. La cadena de transmisión entre crecimiento y equidad pasa por la recuperación del empleo, de manera que los beneficios derivados de una mayor actividad económica no se queden solamente en los dueños del capital, sino que se extiendan hacia el mercado laboral y particularmente hacia la base de la pirámide donde se registraron los impactos más dramáticos del empobrecimiento y la pérdida de ingreso en los hogares.

También, justo es reconocerlo, las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional han surtido efecto. Quienes, como yo, fuimos inicialmente críticos frente a la indolencia tecnocrática de la junta del Banco de la República y de las autoridades económicas en general en los comienzos de la pandemia, y reclamamos –en esta misma columna– la adopción con mayor celeridad de medidas para apoyar el pago de las nóminas, para apoyar a las empresas que son el verdadero motor de la economía, hoy debemos reconocer que una vez diseñados instrumentos como el Paef, su impacto favorable es innegable.

En el fondo de esta aproximación hay una definición política y económica trascendental. El Estado no genera empleo, salvo la burocracia. El empleo y la riqueza los genera el sector privado, el emprendimiento, las empresas.

Es indispensable mantener unos subsidios de compensación y apoyo para que nadie aguante hambre en Colombia. No hay duda. Y por eso, el programa Ingreso Solidario es necesario. Pero el único camino sostenible hacia la equidad, el crecimiento y los niveles de bienestar de toda la población pasa forzosamente por generar las condiciones para estimular la dinámica y la eficacia del emprendimiento privado y las empresas de todos los tamaños, incluyendo, claro está, las pymes, pequeñas y medianas empresas.

Por lo demás, es necesario insistir en los esfuerzos oficiales frente a medidas especiales de estímulo referidas a poblaciones con vulnerabilidades laborales específicas que registraban tasas muy altas de desempleo, particularmente jóvenes y mujeres.

Celebremos entonces esta buena noticia y no nos desviemos del foco. Ojalá este logro tan significativo, que debe generar optimismo en el país, no se malogre a punta de micos estilo eliminación de la ley de garantías y traslados exprés en la ley de presupuesto.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 03 de octubre de 2021.

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