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Juan Lozano           

El receso legislativo debe servir para que el Gobierno reflexione.

Para que Gustavo Petro pudiera ganar la elección presidencial era necesario que a su entusiasta base popular se le sumara un gran contingente de voto amarrado por estructuras políticas de viejo cuño, viejas formas y viejas prácticas.

Con los Gustavo Bolívar no era suficiente para ganar. Necesitaban los Roy Barreras. Con las Piedad Córdoba no alcanzaban los votos. Necesitaban los Armando Benedetti. Con los comandantes de las Farc vestidos de congresistas quedaban faltando apoyos. Necesitaban comandantes de estructuras políticas tradicionales y fuerzas territoriales actuantes, vinieran de donde vinieran.

Y lo lograron. La tarea eficaz de Roy Barreras y Armando Benedetti, quienes asumieron el liderazgo para completar los votos que faltaban en canteras extrañas al Pacto Histórico pero ávidas de puestos y contratos, rindió sus frutos y Gustavo Petro ganó por muy estrecho margen.

Tras ese apretado triunfo, construyeron una coalición que parecía imbatible. Fuerte, numerosa, abiertamente mayoritaria, en la que montaron hasta al Partido Conservador, antítesis doctrinaria del proyecto petrista. La oposición casi que se reducía a los uribistas sin Uribe, en el Congreso.

Ungieron a Roy como presidente del Congreso y parecía que la voluntad legislativa del Presidente se convertiría fácilmente en leyes y reformas constitucionales. El peso, acobardado por la aplanadora, se devaluó hasta pasar la barrera de los 5.000. La prórroga de la ley de orden público, necesaria para soportar el proyecto de ‘paz total’, voló. Y remolcada por el prestigio del entonces ministro de Hacienda, se aprobó una durísima reforma tributaria.

Sin embargo, cuando tenían el poder del Gobierno y las mayorías del Congreso en las manos, se les trastocaron algunos papeles. Las estridencias ministeriales prendieron alarmas. El Gobierno lucía sediento de poder y cómodo con las prerrogativas que antes criticaba con virulencia. Y las altas cortes les recordaron los límites del Estado de derecho y el imperativo de la separación de poderes.

Y se presentó una reforma de la salud extremista que no construía sobre lo construido. Y con arrogancia asumieron una actitud de todo o nada, aun a pesar de haber logrado apoyo casi unánime en temas tan importantes como la ampliación de servicios en zonas olvidadas o la implementación de un modelo preventivo, en los que han tenido toda la razón. Y empezaron a minar la coalición.

Y siguieron con propuestas improcedentes con una feria de despenalizaciones inconvenientes y un carnaval de beneficios carcelarios que aterrorizó a los ciudadanos. Y siguieron minando la coalición. Y para acabar de estallarla radicaron una reforma laboral anti generación de empleo en un país que necesita urgentemente la creación de puestos de trabajo.

Mientras tanto, en la repartija burocrática perdieron de vista que los políticos tradicionales son insaciables. Que todo lo que les den es poco. Entonces se quedaron con el pecado y sin el género, pues les repartieron cargos y ministerios, pero ellos querían más. Y se paralizó la agenda legislativa. Y empezó la cambiadera de ministros. Y la coalición se reventó.

El Gobierno intentó resucitarla cambiando los potes de mermelada partidista por pequeñas dosis personales en el uno a uno de congresistas hambrientos. Eso funciona para salvar una votación puntual en una comisión, pero no funciona para tramitar grandes reformas. Las extras serán tan lánguidas como la legislatura en su parte final.

El receso legislativo debe servir para que el Gobierno, al que ya se le fue casi el 25 % de su periodo, reflexione. Ya no es un gobierno cero kilómetros, ni goza de alta popularidad ni tiene una coalición rugiente y está sacudido por dos grandes escándalos, el de Nicolás Petro y el de la niñera, el polígrafo, el robo, las chuzadas y las peleas intestinas. Colombia necesita algunos ajustes significativos en materia de salud, empleo y pensiones. Necesita una profundización de la agenda de equidad. Pero no quiere saltos al vacío ni radicalismos destructivos. Ojalá así lo entienda el señor Presidente. Aún tiene tiempo.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 26 de junio de 2023.

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