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Jesús Vallejo Mejía

Con el libro que lleva este título los herederos de René Uribe Ferrer (Medellín, 1918-1984) completan la edición de casi toda la obra de tan admirable humanista católico que descolló por sus significativos aportes a la cultura antioqueña.

Fuera de sus muy apreciables condiciones personales, Uribe Ferrer dejó un elocuente legado de realizaciones tanto en el ámbito del pensamiento como en el de la vida universitaria, pues a iniciativas suyas le debe la UPB valiosos aportes en sus facultades de Teología, Derecho y Filosofía y Letras.

De sus lecciones universitarias quedan, entre otros, su libro "Problemas Fundamentales de la Filosofía" y la recopilación que hizo su hijo Hernán Uribe López bajo el título "El Maestro y la Estética".

En vida fue distinguido con la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil, de parte de S.M. Juan Carlos I, Rey de España, y como Caballero de la Orden de las Artes y Letras, por el gobierno del presidente francés Mitterrand. Perteneció, además a la Academia Colombiana de la Lengua, así como a las de Jurisprudencia y de Historia Eclesiástica.

Todos estos logros obedecen a una vida de estricta disciplina puesta al servicio de una obligante vocación intelectual que lo llevó a ocuparse con rigor de diversos temas filosóficos, estéticos, históricos, políticos y literarios, que trató siempre con un estilo que reunía lo que he llamado las tres gracias que deben adornar el arte de la escritura, a saber: claridad, precisión, elegancia.

Dentro de sus múltiples facetas, destaco la de pensador católico, rara avis que muchísima falta nos está haciendo en estos tiempos de confusión en los que el escepticismo en materia religiosa está haciendo estragos.

Hace poco mencioné un escrito de Mgr. Charles Pope titulado "Civilization Killers" en el que señala cómo el llamado progresismo, al desconocer los fundamentos cristianos de nuestra civilización, la viene demoliendo en aras de otra cuyos contornos nos son desconocidos y quizás conlleve la declinación definitiva de un Occidente cuya matriz es europea (vid. Civilization Killers - On the Decline of Three Basic Cultural Indicators and What it Means for America - Community in Mission (adw.org).

Leo en estos momentos una obra exquisita y muy esclarecedora del jurista e historiador francés J.F. Chemain, "Ces Idées Chrétiennes qui ont Bouleversé le Monde" (Éditions Artège, Perpignan, 2023), que reivindica el papel de la Iglesia en la configuración de lo que hoy llamamos Europa y la difusión de sus ideas a todo lo largo y ancho del Orbe.

Hay una Leyenda Negra que se obstina en acusarla de los desvaríos de nuestra civilización y presentarla como enemiga del progreso y lo que el mismo implica en todos los ámbitos. A desvirtuar estos prejuicios se aplica el distinguido sociólogo norteamericano Rodney Stark, especialmente en su libro "Bearing false witness: debunking centuries of anti-catholic history" (vid. [PDF] [EPUB] Bearing False Witness: Debunking Centuries of Anti-Catholic History Download (oceanofpdf.com).

Uno de esos prejuicios toca con el desarrollo de la ciencia, que según Pierre Duhem, uno de los fundadores de la físico-química, sólo fue posible gracias a la cosmovisión judeo-cristiana (vid. Pierre Duhem - Wikipedia, la enciclopedia libre).

Tengo a la mano en mi computador varias obras de la copiosa producción intelectual del filósofo húngaro Thomas Molnar, que también se aplicó a defender y promover el pensamiento católico con su vigorosa pluma y su envidiable erudición. Ahí encontré la cita de Duhem. Y, sobre todo, notables coincidencias con el pensamiento de Uribe Ferrer acerca de la trascendencia y su papel en las concepciones sobre la libertad humana y el bien común de las sociedades.

En síntesis, sin una visión espiritualista del sentido de la vida humana no es posible fundar un orden social que facilite la realización cabal de la persona. Dicha realización, de la que hoy se habla sin mucho discernimiento, supone el reinado de la virtud, que no pocos educadores a la moda no sólo ignoran, sino desprecian. Como lo enseñó el que en mis clases llamaba el viejo Aristóteles, es por la virtud que se logra el perfeccionamiento del ser humano, lo que lo convierte en persona, según un concepto que desarrolló magistralmente en su obra Jacques Maritain.

La edición del legado intelectual de René Uribe Ferrer contribuye a dar a conocer un valiosísimo acervo que realza no sólo la cultura antioqueña, sino el pensamiento católico. Es una invitación a reanimarlo entre nosotros, lo que buena falta nos hace hoy por hoy.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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