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Juan David Escobar Valencia

Hay personas que, sin afán de protagonismo, silenciosa y discretamente laboran para ganarse su sustento, pero hacen el bien a otros, con un aporte tan grande como despreciado.

Para bien, aunque muchas para mal, hay todo tipo de criaturas con las que debemos cohabitar. Todas buscan su supervivencia, pero algunas adicionalmente hacen el bien y ayudan a otros, a diferencia de los parásitos que viven y prosperan a costa de los demás y de sus esfuerzos.

Consideremos algunos ejemplos. La lombriz de tierra no es precisamente el animal con mejor asesor de imagen que digamos, pero su aporte a la vida en este planeta es tan valioso como desconocido. Silenciosamente y sin afán de visibilidad, la lombriz de tierra “navega” haciendo pequeños túneles e ingiriendo partículas del suelo. Aunque no tiene dientes, come diariamente un equivalente del 90% de su peso, permitiendo la aireación de la tierra y el aumento de la capacidad de absorción de agua, así como la fertilización del suelo, no solo por el ascenso del fósforo y potasio del subsuelo sino porque facilitan la producción de hormonas que promueven el crecimiento de las plantas y su defensa contra organismos patógenos. Hasta lo menos glamoroso de su existencia, sus desechos gástricos, son un abono de altísima calidad. Un reciente estudio de la Universidad Estatal de Colorado indica que contribuyen con el 6.5% del rendimiento de los granos y el 2.3% de las legumbres producidas en todo el mundo.

Pero otras especies son todo lo contrario. Las ratas, de las que escribí hace unas semanas, (Cuando la plaga se vaya de Medellín https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/cuando-la-plaga-se-vaya-de-medellin-PJ22093905), son perjudiciales por donde se les mire, aunque hay unas peores que otras. Además de no producir nada que le sirva a alguien, como cualquier parásito, roban y contaminan el trabajo y esfuerzo de otros. En un planeta donde millones pasan hambre, las ratas se consumen cerca del 20% de la producción agrícola, y lo que no se comen lo dañan, pues pueden contaminar 10 veces la cantidad de alimento que ingieren, con sus excrementos, orina y pelo.

Hay humanos que se parecen en su impacto a la sociedad. Tanto en sus actividades privadas como en el servicio público, hay personas que, sin afán de protagonismo, silenciosa y discretamente laboran para ganarse su sustento, pero hacen el bien a otros, con un aporte tan grande como despreciado. Solo como ejemplo, en la pandemia recordamos el valor de nuestros campesinos, del personal sanitario y las fuerzas de seguridad, pero también de las amas de casa y hasta de los profesores.

Pero lastimosamente, por mansos e irresponsables dejamos que roedores insaciables, llegaran a cargos de responsabilidad pública. Permitimos que secuestradores, violadores de niños y narcotraficantes cleptomarxistas alcanzaron los puestos más altos del ejecutivo y legislativo; y qué decir de nuestra ciudad, que cayó en manos de una tribu de alimañas cínicas y depredadoras que sin vergüenza se robaron lo que pudieron, incluso la comida de los niños en las escuelas, y arrojaron basura y falsas acusaciones sobre todo el mundo para que no se hiciera evidente que fueron ellos las ratas más grandes que hemos tenido que soportar en décadas.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 02 de octubre de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales

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