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Juan David Escobar Valencia

Creo que la salud alimenticia está más cerca del equilibrio que te permite comer de todo, en proporciones adecuadas y no en el fundamentalismo que cree que su estrecho espectro alimenticio es la verdad absoluta.

Cuenta una leyenda que hace muchos siglos, en una recóndita aldea de la India tuvo su origen el vegetarianismo, pero todo indica que ello recayó en el peor cazador de la tribu.

A mí me encantan los vegetales porque son una bendición de la naturaleza, y nosotros, también productos de ella, deberíamos agradecerlo. No hay nada mejor que una porción de verduras humeantes y salteadas ... alrededor de un apetitoso filete de carne que es la manifestación del delicioso espectro de luz que va desde el café carbonizado hasta el rojizo húmedo.

Me caen bien los vegetarianos, pero no esos que miran feo y con una falsa superioridad moral autoimpuesta a quienes disfrutamos eventualmente del sabor, y el sonido, de un chicharrón bien hecho, de esos que se parten en mil pedazos si caen al piso y nos recuerdan que todavía no estamos muecos. Doy gracias a los vegetarianos porque su lejanía de la carne controla su precio al disminuir la demanda. Sigan comiendo monte, por favor.

Ahora que estamos invadidos por la agenda “progre”, que hasta intenta hacernos creer que solo se puede tener “orgullo” si no se es heterosexual, también hay una persecución al estilo de la Santa Inquisición a quien declare en público que come carne, pues en la cima social supuestamente están los vegetarianos y más arriba los semidioses veganos, que incluso consideran que son los únicos que quieren la paz.

No hay peligro más grande para una sociedad que el extremismo, y por eso soy felizmente omnívoro. Creo que la salud alimenticia está más cerca del equilibrio que te permite comer de todo, en proporciones adecuadas y no en el fundamentalismo que cree que su estrecho espectro alimenticio es la verdad absoluta.

Y no es que piense que “todo” es bueno y delicioso, porque hay cosas que no pagan la pena. Así como el reguetón no es música, para mí el tamal todavía no es comida. Sé que los defensores de ese menjurje desearán que termine como una lechona, aunque sin arroz, pero es que tanta masa para comerse un pedacito de carne que se coló entre las zanahorias, a mí me parece un fraude.

No tengo nada en contra de los vegetales. Al contrario. La vida me dio la oportunidad, probablemente irrepetible, de comer en uno de los mejores restaurantes del mundo, Arpège, del visionario Alain Passard, que logró que una remolacha en costra de sal provoque el mismo nivel de placer que una celestial pieza de carne Wagyū. Pero en la misma sesión me ofrecieron un pollo al horno cuya piel, al meterle el tenedor, crujía como si la vidriera del Museo Pompidou se estuviera viniendo abajo.

La reciente encuesta de Gallup de hábitos de consumo en EE. UU. indica que el porcentaje de vegetarianos pasó entre 2001 y 2023 del 6 al 4%, y entre 2019 y 2023 el de veganos bajó del 3 al 1%. La tentación de la carne es poderosa. El único que cayó en tentación por algo del reino vegetal fue Adán.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 18 de septiembre de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales

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