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Alfonso Monsalve Solórzano

La policía dijo que fueron 92.000 personas las que se movilizaron contra Petro en el país en la denominada marcha de las Mayorías el pasado 20 de junio. No sé como las cuenta porque en Bogotá se vio la Plaza de Bolívar llena, que, según la Secretaría de Recreación y Deporte de esa ciudad, tiene un aforo de 56.000 personas y súmesele a esa cifra la gente que no pudo ingresar y se quedó en las calles adyacentes, entre 5.000 y 10.000. En Medellín, el río humano ocupó más de 20 cuadras, con un cálculo de más de 50.000 caminantes. Y los reportes de Cali, Barranquilla, Bucaramanga es que se movilizaron miles. Podrá decirse, que, por lo menos 135.000 ciudadanos protestaron. Contrasta el número con el de 20.000 aproximadamente, que también dio la policía que respondió el 6 de junio a la convocatoria del presidente.

Fue un golpe durísimo. Petro perdió la calle. Su amenaza de sacar sus hordas de la primera línea no impresionó a nadie. Y en lugar de reconocer su fracaso, hizo lo que mejor sabe hacer: insultar. A su mejor estilo dijo en Paris que: “No salió el obrero, no salió la obrera, no salió la señora de los tintos, no salió la enfermera, no salió el hombre que pega los ladrillos o pone los vidrios de las ventas, salió una clase media alta arribista a decir: 'fuera Petro, no queremos sus ideas'”. Y no contento con ello, les dijo a esos colombianos que eran comparables a los esclavistas colombianos de mitad del siglo XIX: "Exacto como salieron en 1851 con armas en la mano a decir que no querían que se les quitara la propiedad privada, que eran los seres humanos a los cuales llamaban esclavos”.

Es un verdadero ultraje. En esta Marcha nacional no hubo armas; y distinto a las ocurridas en la campaña de Petro, no se amenazó a nadie. Fue una auténtica manifestación pacífica en la que participaron miles de desempleados, amas de casa, trabajadores, gente del común que ha visto con alarma que los avances que ha conseguido con tanto esfuerzo esta sociedad, amenazan a irse por el caño. Gente que está en riesgo de perder el derecho a la salud; personas que no pueden asegurar para ellos y sus hijos, tres comidas al día, por la inflación galopante que existe; propietarios de motos que dependen de ella para su sustento y el de sus familias, que ven como se les incrementa el costo de la gasolina; desempleados que saben que difícilmente obtendrán un trabajo formal o trabajadores que perderán el suyo y pequeños propietarios de que tendrán que cerrar sus negocios por la lesiva reforma laboral y la cascada de impuestos de la reforma tributaria; desplazados que lo han perdido todo a manos de los grupos armados protegidos por el estado, que los expulsan de sus lugares de origen y se quedan con sus tierras, o que huyen para que no les recluten sus hijos. Y sí, también había clase media, golpeada y cada vez más empobrecida por los desafueros de este gobierno: médicos, profesores universitarios, pequeños y medianos emprendedores, etc.

Pero la Marcha de la Mayoría es apenas una de sus derrotas graves y es, apenas el reflejo de un fenómeno político muy negativo para Petro. Las encuestas de opinión señalan que su desaprobación pasó del 55% y sigue en picada por los escándalos que no ha podido apagar a pesar del intento de silenciar a medios como Semana. El cuento de que goza el apoyo del pueblo es una historia que ni él se cree.

Adicionalmente, Petro que venía perdiendo el control del congreso, tuvo en esta semana el punto de quiebre. Sus reformas colapsaron en los últimos días y no las presentará en las sesiones extras. Ya comenzó a cortejar de nuevo al partido de la U y al partido Liberal para recomponer sus mayorías a partir del 20 de julio. Utilizará más mermelada -ahora cuenta con la adición presupuestal que le aprobaron- para ganárselos. y les ofrecerá alianzas políticas para que sus candidatos salgan adelante en las elecciones de octubre con los votos que controla. Pero la cosa para las huestes del Pacto Histórico no es tan sencilla, porque el retroceso de Petro ante la opinión pública y las luchas internas, sembradas de fuego amigo, los harán perder los comicios de gobernadores y alcaldes. Ya no son un aliado electoral de primer orden y esto empeorará su crisis. La derrota en Bogotá, Medellín y Cali, entre otras grandes ciudades pende, como la espada de Damocles sobre Petro y su agrupación Sin el poder regional y local, las elecciones del 2026 serían su sepultura política.

Como si fuera poco, en Estados Unidos, tanto el gobierno demócrata como la oposición republicana ya están poniendo el grito en el cielo por el aumento sin precedentes de las hectáreas de coca sembradas en Colombia, hasta el punto de que el señor Rahul Gupta, el Director Nacional de la Política de Control de Drogas de Estados Unidos, dijo que ese incremento era una amenaza para su país y otras naciones. Es una declaración gravísima que pone a Colombia en el ojo del huracán y que terminará aislando a Petro en la comunidad internacional -a la que tanto insulta, pero a la que tanto necesita para legitimar sus acciones- más temprano que tarde. Y él lo sabe.

Por otra parte, las negociaciones con los grupos armados no avanzan porque estos exigen cada vez con mayor insistencia que haya impunidad para los delitos de secuestro y narcotráfico, lo que actualmente está prohibido por la ley. Esto les preocupa tanto, que ya comenzaron a plantear la derogación de esa ley, con el costo político que eso tendría.

Pero, aunque ha recibido no uno, sino varios, golpeas durísimos Petro y su gente todavía tienen mucho juego y utilizarán todos los mecanismos a su disposición para mantenerse en el poder. Y si sienten que sus problemas superaran las soluciones dentro del marco de la democracia, podrían intentar prescindir de ella, que para eso están promocionado las “asambleas populares”. Por eso es importante mantener la oposición activa dentro del más escrupuloso respeto a la ley, pero usando todos los mecanismos y derechos que esta proporciona.

Las marchas son importantes, que deberían dosificare con sabiduría y oportunidad política, podrían complementarse con otros mecanismos de presión popular más permanentes como los cacerolazos, los grupos en las redes, los foros, la búsqueda de apoyo en el exterior, et, como me sugirió un lector. Y la alianza de los políticos y los ciudadanos en un gran Frente Nacional para salvar la democracia, que he venido proponiendo, es estratégica. Una de sus tareas es llegar unificados a las elecciones de octubre para ganarlas, pero también coordinar o impulsar la organización de la sociedad civil para enfrentar la tiranía. La defensa de la libertad de expresión merece especial atención. Organización es la palabra clave.

Publicado en Columnistas Nacionales

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