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José Alvear Sanín   

Se han citado en La Habana dos movimientos comunistas de obediencia castrista para anunciar que “cesan el fuego”, que el   primero de ellos había cesado contra el otro desde hace 10 meses.

Como respuesta, el segundo se compromete a no disparar mientras se le respeten los territorios que ya domina, no se les estorbe el avance continuo hacia el control de otros y se les permita seguir narcotraficando, extorsionando (su tributación), e imponiendo desde ahora el modelo marxista-leninista y totalitario de sociedad en las áreas que ya controlan.

Convienen, además, en que habrá una negociación entre ambos hasta el año 2025, lo que no es otra cosa que disponer del tiempo requerido para redactar, de común acuerdo, centenares de reformas para la entrega del Estado a la facción más extrema y radical de la subversión armada. Popularmente se conoce este tipo de “negociación” como “yo con yo”.

Antes de sentarme a escribir pensaba titular “Petro es del otro equipo”, para señalar que no juega en nombre de la República de Colombia, porque su compromiso es con la subversión, como claramente lo expresó el 7 de junio, cuando proclamó, en una manifestación pública, que el gobierno estará supeditado a las “asambleas populares”, que no son cuerpos elegidos ni representativos, sino órganos del aparato revolucionario, para decirlo en ruso, los soviets.

El ELN, por su parte, ha insistido siempre en su condición de ejecutor de la voluntad del pueblo como su verdadero y único representante. Su ideología parte del rechazo del Estado opresor y burgués, que desde 1492 carece de validez, empezando por la propiedad privada y las libertades individuales en las que está fundado. La abolición del orden civilizado es, en realidad, su inflexible e irrenunciable programa político, que no admite ningún punto negociable.

El odio por los hidrocarburos y el rechazo por la “acumulación de capital”, son apenas dos de los puntos que hermanan el Pacto Histórico y el ELN.

En el asunto del petróleo y el gas, ya no habrá que volar oleoductos, porque el gobierno eliminará la producción de esas sustancias “más dañinas que la cocaína”. ¡Aquí sí habrá cese al fuego! En cuanto a la acumulación de capital, no hay la menor discrepancia entre ambos. En estos dos puntos su coincidencia es especialmente preocupante, porque deja flotando un cierto aire pol-potiano. ¿Esa identificación será extensiva a todo el ideal del camboyano, es decir el regreso a un Estado prehistórico y prehumano de vida natural?

La reunión Petro-García constituye el más aterrador anuncio de la revolución a la que uno y otro han dedicado sus vidas y a la que rinden exaltado y fanático culto religioso, que ambos van a imponernos inexorablemente.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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