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Juan David Escobar Valencia

La respuesta fue lo que yo desafortunadamente advertí hace meses. Grosera, desafiante, y como típicamente responden los que no tienen ni tendrán altura suficiente, sin argumentos y enfocada en asuntos personales.

El modelo Kübler-Ross propone las etapas por las que una persona, como mecanismo de defensa, pasaría para afrontar situaciones muy difíciles como una enfermedad terminal o la pérdida de una relación, condición, o de un ser querido. La primera de ellas es la negación, seguida de ira, negociación, depresión y aceptación, aunque no hay garantía de pasar por todas ellas ni el tiempo que tendrán.

La negación manifiesta la dificultad de aceptar una realidad indeseable, creyendo que el problema es un error de diagnóstico, fruto del azar o un proceso evaluativo insuficiente que no garantiza su correcta determinación. Pero la cosa se complica cuando es el resultado de una incapacidad de comprensión del fenómeno, que puede poner en peligro alguna solución, así sea parcial, porque una permanencia en esta fase provocaría que el problema avance tanto que luego la reacción sea insuficiente e inoportuna.

Hace unos meses escribí: “Veo a muchos colegas, amigos y columnistas intentando con argumentos nacidos de la experiencia y la inteligencia, convencer a una tribu de vengativos ideologizados que sus “maravillosas propuestas” están equivocadas. Como si ellos realmente pudieran y especialmente, quisieran entender y oír verdaderas razones y argumentos. No sigan perdiendo el tiempo intentando por la vía de la razón convencer a quienes actúan por fracasadas consignas ideológicas alejadas de la realidad” https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/afortunadamente-vamos-hacia-el-abismo-MD20454008

La semana anterior circuló una carta dirigida al gobierno por una considerable lista de personas, capacitadas y con experiencia en cargos de responsabilidad, de las cuales hay unas a quienes admiro mucho porque se lo merecen, y otras que no. Pero eso no importa porque para gustos están los colores y porque las cosas se comprueban con los resultados y no con las intenciones. En los mejores términos, como corresponde a gente educada, que es distinto a títulos, le decían al jefe del gobierno que reconsiderara su peligrosísima reforma a la salud, en términos muy conciliadores, a mi juicio casi sumisos, y no me gusta que la gente decente agache la cabeza ante quien no se lo merece, invitándolo a explorar una discusión desapasionada, sensata, argumentada, inteligente y, sobre todo, pensando en el bienestar de los colombianos.

Pero es que la frontera entre la ingenuidad y la estulticia es delgada, y a veces es una línea punteada. La respuesta fue lo que yo desafortunadamente advertí hace meses. Grosera, desafiante, y como típicamente responden los que no tienen ni tendrán altura suficiente, sin argumentos y enfocada en asuntos personales.

Dependiendo de con quien estés tratando, la ingenuidad es más peligrosa y dañina que la credulidad. Como escribí en enero del año pasado: “cuando se enfrenta a un adversario que no se guía por lo lógico sino por lo ideológico, y además no se mueve en el mismo plano ético y moral que usted, resulta un error fatal actuar creyendo que ese adversario, además de comportarse como usted, cuando empiece a acumular fracasos, recapacitará y se abstendrá de ejecutar sus planes en la forma y con los medios que pensaba hacerlo” https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/idioteces-del-socialismo-y-muerte-CF20160266

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 12 de junio de 2023.

Publicado en Columnistas Nacionales

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