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Rafael Uribe Uribe  

En esta serie de Netflix, encuentro grandes similitudes entre el sultán Sulimán, su esposa Hürren y su alfil Pargali con el presidente, la primera dama y el presidente del congreso que pretenden manejar el país como el Imperio Otomano. En lugar de grandes guerras se atizan apoyos “populares” desde el balcón de palacio, el nuevo mesías no puede ser inferior al papa, y los manifestantes pronto lucirán camisas rojas como las del elenco de Maduro; se permiten “cercos humanitarios” de guardias campesinas, cimarronas y étnicas; el Sultán es dueño único de la razón, la verdad, el poder, la burocracia y pretende derribar todo lo que se le atraviese a su inmaculado pensamiento.

Si alguien piensa diferente, de malas, se le pide la renuncia o declara insubsistente, Alejandro Gaviria tuvo la osadía de explicar, de acuerdo a su experiencia de ocho años como ministro de salud, en que no coincidía con la terca Carolina Corcho; a Cecilia López no le gustó la expropiación express originada en la Agencia Nacional de Tierras; José Antonio Ocampo sacó las cuentas claras de la reforma a la salud que llegarían a 114 billones; Alfonso Prada cometió el error de querer conciliar con los jefes de los partidos el cambio de algunos exabruptos de las reformas que el Sultán quería sin alteraciones y, a los otros “renunciados”, se les aplicó la ley del fusible.

Obviamente al Sultán no puede contradecirse, a él lo eligieron para que hiciera “el cambio”, no para que sus propuestas se discutieran en el Congreso, eso es para la democracia que, en este caso, solo aplica para creerse electo con todas las de la ley, pero no para que se atrevan a votar en contra sus brillantes proyectos. Desbaratada la aplanadora cuidadosamente articulada por Roy, ahora toca planear como quemar a César Gaviria, Dilian Francisca Toro y a Efraín Cepeda de modo que el hábil ministro del interior, Luis Fernando Velazco, pueda convencer individualmente a cada miembro de la U, liberal y conservador para que dejen de ser retrecheros y voten favorablemente lo deseado por el Sultán que, en caso de no lograrlo, recurrirá a una constituyente u otro mecanismo rápido, en lo que el alfil Roy es experto, lo demostró con creces en el acuerdo final de lo pactado en La Habana.

Sigamos dormidos…

El Rincón de Dios

“No seáis sabios para vosotros solos. Recibe el Espíritu. En ti debe haber una fuente, nunca un depósito, de donde se pueda dar algo, no donde se acumule. Dígase lo mismo de la alforja”. San Agustín

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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