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Luis Alberto Ordóñez*

Muy satisfactorio ver a nuestro presidente Petro y sus funcionarios bien vestidos y acorde a la ocasión, en la reunión con Joe Biden presidente de los Estados Unidos. Aunque el hábito no hace al monje, dice el adagio, la representación de altos cargos de un gobierno requiere de mínimas normas de protocolo. La pregunta, que cualquier colombiano se haría es: ¿por qué esa incomoda, pero necesaria prenda, se puede portar para atender la visita a un extranjero y no para atender los eventos del día a día en Colombia; país que los eligió y al que se deben?

Repetidamente, miembros del actual gobierno, rompen protocolos mínimos de presentación y asisten en tenis, camiseta polo o informales prendas a eventos y actividades donde sus interlocutores, entendiendo el nivel, visten bastante mejor que ellos; hasta los escoltas se esmeran más en este aspecto que sus mismos protegidos. El traje ni da conocimiento ni lo quita, pero ejercer un alto cargo conlleva normas mínimas. Admiro al Ministro de Relaciones Exteriores, quien intentó mejorar nuestras representaciones diplomáticas con un código de vestir para sus funcionarios, pero que desafortunadamente fue atacado inmediatamente por entrometerse en algo supuestamente personal: como si representar a Colombia no mereciera dar una imagen de país organizado con personal bien presentado.

Pero ese mal, el de incumplir normas mínimas en el vestir, no es solo del gobierno sino también de otras instancias. El Congreso de la República, que es la misma representación del pueblo, ha entrado en la chabacanería del todo vale: honorables senadores y representantes sin afeitarse, mal peinados y que pareciera recién se levantaron, no tienen problema en asistir a las sesiones con lo primero que encontraron en sus armarios; desdicen de la alta investidura que representan. Resaltan las mujeres congresistas: de ellas no tengo queja. Y es que, aunque la pinta es lo de menos, hay espacios que exigen formalidad y respeto, como esa: la sede del parlamento. Nosotros los militares, por norma de respeto, vestimos el uniforme No 3, el elegante de marinera negra y camisa blanca con corbata y todas las insignias y condecoraciones, y su equivalente en las otras Fuerzas; es lo mínimo pues se trata de asistir a la cuna de la democracia. Desafortunadamente allí, el mal ejemplo viene desde los mismos presidentes de las dos corporaciones y por consiguiente no se puede esperar nada mejor de los demás miembros.

El poder judicial por su parte mantiene los protocolos y da buen ejemplo; en algunos casos de jueces en paños menores mostrando su anatomía mientras toman decisiones, ha habido pronunciamientos y posiciones claras; es que impartir justicia requiere de formalismo y mensajes de autoridad, los cuales no se logran, en mi opinión, desafiando los protocolos y las costumbres. El libre desarrollo de la personalidad es un derecho constitucional, pero que exige de cada ciudadano ejercerlo acorde con la situación y el momento; vístase como quiera, pero si es de gala debe ser en esa condición, si es formal haga lo propio y en momento de informalidad utilice el jean y los tenis o sandalias de su elección. Lo que definitivamente no se puede hacer es acabar con formalismos que hacen de una Nación un ejemplo ante la comunidad internacional y que son una mínima consideración con los electores. No recuerdo haber visto a presidentes o legisladores de países desarrollados mal trajeados atendiendo sus funciones: hay momentos y lugares, por ejemplo el presidente Volodimir Zelenski de Ucrania vistió corbata hasta el momento en que entró en guerra y ahora se le ve con su uniforme militar impecablemente presentado. Que decir de los países de la Comunidad Europea, de China o de la misma Rusia. Es que comportarnos como banana república nos quita peso y respeto. Algunos dirán que esa es nuestra realidad, pero no es cierto hemos tenido épocas mejores. ¿Qué más representativo que nuestros congresistas indígenas o de comunidades negras vistieran sus hermosos trajes ancestrales formales, mientras los demás legisladores hacen lo propio acorde a sus regiones y zonas de representación, respetando el señorío de sus cargos como poder legislativo?

 Para los militares sería comodísimo andar en ropa informal: bermudas en clima cálido y buzos con capucha en la capital, la afeitada cada tres días y el baño cuando el cuerpo no resista más, pero estoy seguro de que la comunidad nos perdería el respeto y la admiración.

* Vicealmirante (r). Ph.D. 

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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