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Alfonso Monsalve Solórzano

La socialdesfachatez de la ministra Corcho es inconmensurable. En esta semana declaró ante los medios de comunicación que la reforma a la salud que está impulsando ha sido la iniciativa más discutida en la historia republicana del país. Inmediatamente, los gremios de pacientes, médicos y de las IPS, así como políticos de diversos matices salieron a desmentirla. La razón es muy sencilla: no existe propuesta escrita que haya sido sometida a debate. Todo lo ha hecho a espaldas del país. Y cuando ha citado a algunos poquísimos auditorios seleccionados a dedo por ella, lo que hace es plantear tesis sin sustento escrito ni argumentos científicos.

Por otro lado, la socialignorancia ilustrada de la ministra de minas es abismal:  dijo en Davos, con desparpajo y suficiencia, que Colombia no aprobará más contratos de exploración de gas y petróleo, como si fuéramos un país contaminante -producimos el 0.37% de las emisiones de carbono del mundo-  que toma la medida heroica de salvar al mundo, cuando lo que en realidad somos es el hazmerreír de la comunidad internacional y el azote de los colombianos que no entienden por qué este gobierno de los pobres les niega los recursos para mejorar su situación y desarrollar el país.

El socialchamboneo continúa en el país y juega con fuego. El ministro de Justicia presentará una reforma al código penal de manera que crímenes abominables como el asesinato sean excarcelables luego de cumplir penas mínimas; o que las acciones terroristas disfrazadas de protesta social, y otros, de uso común para destruir la honra, como la calumnia, no se consideren delitos. En una sociedad en la que va ganando el antivalor del crimen como forma de escalamiento social, aupado por la chambona política de paz total que se está aplicando sin protocolos que fijen límites legales y procedimientos aceptables, como hemos visto en estos días, la propuesta del ministro es otra contribución a la anomia a la que estamos siendo avocados.

En un cuento ruso, se instala, por decreto, el día en que todos pueden hacer lo que quieran: todo está permitido, incluso violar la ley. Ese día no paso nada porque todo mundo se encerró por temor a ser víctima. Yo creo que eso funcionaría, como presupone el escritor, un día. Puede, ser, aun, durante un tiempo, pero al final alguien impondrá un orden por la fuerza para salir de ese estado de naturaleza.

En Colombia podría pasar eso. Cada vez habrá un mayor número de personas víctimas de criminales de toda laya, quienes, a su vez, crecerán en cantidad, bajo la certeza de que el crimen paga y no tiene castigo, hasta hacer inviable la interacción social pacífica. Sin contrato social que garantice la vida y los derechos de los ciudadanos, el estado de naturaleza,  en el que el hombre es lobo del hombre, tomará forma. Entonces, el gran titiritero halará la cuerda para reasumir el control bajo sus propios términos. El caso es que podría ser tarde y la situación se le saldría de las manos irreversiblemente; o, tal vez, como tendría previsto, sí lo lograra, pero tendría que hacerlo mediante la apelación a la violencia exacerbada y generalizada en una dictadura. Otros lo han hecho, sociópatas despiadados, que no se detienen ante nada, como Hitler, Stalin o Mao, y cada cual es dueño de su conciencia, si es que tiene.  Pero en los dos casos, el costo social será alto, doloroso y traumático porque el desmadre absoluto y desbordado, sólo podrá ser contenido con la represión absoluta y desbordada. Si esa es una estrategia para consolidar el poder, apague y vámonos.

Por eso es preocupante la incitación del odio de clase, cuyo nuevo episodio se dio en el municipio de Rosas, donde el presidente dijo que en el sur del país no se había construido una vía de doble calzada porque las tierras que cruzaría serían las de los indígenas y negros y no las de los terratenientes del norte, que fue lo que hizo, según él, la ruta del Sol. ¡Qué horror! Y pensar que el 17 de diciembre el ministro Reyes había inaugurado el tramo de 84 kilómetros de la doble calzada Pasto – Rumichaca, construida casi toda en el gobierno de Duque, que beneficiaría, según sus propias palabras a 880.000 campesinos. Y claro, Petro calla que el inicio de la doble calzada Popayán - Santander de Quilichao, de 77 km, que cruza gran parte de las zonas indígenas y negras del Cauca, fue afectado por el paro que comenzó en el 2020.

Y preocupa más, todavía, que el presidente convoque la discusión, en la calle, de las reformas que propone, el 14 de febrero, el día en que Polo Polo propone un paro nacional, y el 1 de mayo. A punta de marchas busca doblegar al congreso, en caso de que algunos de sus miembros enmermelados de la coalición de gobierno, se rebelen, pero, sobre todo, atemorizar a los colombianos que quieren protestar contra su administración. Que el presidente, en persona, cite a sus partidarios a las calles para amedrentar a los opositores, es un paso muy grande en la senda de la confrontación violenta. Hasta ahora las calles han sido su coto privado de caza, pero a medida que las reformas avancen, no habrá amenazas que paren a los inconformes. La resistencia civil crecerá. ¿Cómo tratará en la calle a los opositores cuando eso ocurra?

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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