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Alfonso Monsalve Solórzano

Ya está advertido el país, incluido el presidente Petro, de que el año entrante habrá una crisis económica mundial que afectará al país de manera grave. Yo diría que ya estamos sufriendo sus primeras manifestaciones, que, en nuestro caso particular, proviene de dos variables: la externa, pero también la interna.

Hay problemas globales generados por la invasión de Rusia a Ucrania: una fuerte tensión militar entre Estados Unidos y la OTAN, de un lado, y Rusia, del otro; además, este conflicto ha producido un alza del precio del petróleo y el gas en el mundo y un desabastecimiento de cereales, también a nivel global. Además, la forma en que Rusia manejará el suministro de gas para Europa centro – occidental, llevará a un invierno muy difícil para esta región del mundo y a una fuerte recesión de su economía. De hecho, en el mundo, comenzando por Estados Unidos se vive una inflación al alza, el aumento del costo del dinero y un crecimiento que tiene a cero o estará por debajo de este.

Todo ello influye en nuestro país. Es más, diría que, de hecho, ya estamos al borde del precipicio: aunque la economía crecerá este año entre el 6 y el 8%, por la inercia que trajo el año pasado al salir de la pandemia, el año entrante el propio gobierno nacional calcula que creceremos el 0.2%. Eso si nos va bien, porque la inflación probablemente estará alrededor del 10%; el dólar ya está desbordado -lo que hará las importaciones más caras -entre ellas alimentos e insumos necesarios para la agricultura y aumentará el monto de la deuda en pesos colombianos- los combustibles y las tarifas de energía subirán indefectiblemente, como ya lo están haciendo ahora.

La variable interna radica en que Petro, no ha hecho ni propuesto nada, sino echar a volar globos como la congelación de la canasta familiar y la legalización e incorporación de la cocaína al sistema fiscal, para ganarse esos auditorios que tienen plata y votos, porque si lo dice en serio, las consecuencias serían desastrosas. Nada, excepto, ofrecer subsidios a diestra y siniestra a quienes protestan, como los taxistas y los motociclistas; y, en cambio, ha criticado al Banco de la República porque sube la tasa de interés, encareciendo el costo del dinero, medida canónica que todos los bancos centrales toman para contener la inflación -medida apoyada por su ministro de hacienda, Ocampo- porque busca pasarse por la faja la independencia de esta institución porque no le gusta que cumpla con su deber y lo que realmente desearía es poner a funcionar la máquina de hacer billetes, como en Venezuela.

El punto político de este contexto es que el año entrante habrá elecciones regionales y locales, en las que el petrismo aspira a consolidar su poder, que todavía es frágil, para poder controlar el país en todos los niveles e imponer sus reformas de corte socialista-populista.

Pero su carta fuerte es la reforma tributaria, de la que el gobierno es consciente de que golpea a la clase media y a los pobres, a pesar de que la propone a nombre de estos últimos, porque aspira a tener montañas de dinero para gastarlo en subsidios de todo tipo, incluidos los que dará a los criminales para que no delincan, con el objetivo de comprar el apoyo y la lealtad de sectores de la población en sus listas para alcaldías y gobernaciones.

No obstante, el plan se le puede aguar, si el año entrante sigue con una inflación desmedida y si los combustibles, como está previsto, se elevan mensualmente. Ante una crisis de esas dimensiones, la gente saldrá a protestar. La carestía se traga cualquier aumento salarial o subsidio. El alza de los alimentos y los otros productos básicos de la canasta familiar pondrá a los pobres y a la clase media, cada vez más empobrecida, en las calles y las carreteras de las ciudades y los pueblos. Ya hay sectores de la población que están asfixiados como los motociclistas y los pequeños transportadores. Pero el incremento de los abonos y otros insumos, sacarán a las calles y las carreteras a los pequeños y medianos agricultores, avicultores y ganaderos; y el incremento de la canasta familiar, a todos los colombianos.

Petro lo sabe, pero lo que haga, y ya dijimos que no hace nada, de poco le servirá, porque la crisis no se resuelve con medidas voluntaristas y demagogia, sino con sacrificio, ahorro y trabajo, y él no está por la labor (como dicen en España). El país podría encaminarse a una parálisis gradual provocada por la protesta social, esta sí de verdad, produciendo la curiosa paradoja de que Petro podría ser víctima de su propio invento, el que le aplicó a Duque, pero esta vez, con razones objetivas y no subversivas. En ese escenario, tendría que decirle adiós al poder regional y local, pues perdería las elecciones, y se vería gravemente afectado su poder central. Las propuestas alternativas tendrían su oportunidad, si lo hacen con inteligencia y generosidad. Más, si se tiene en cuenta que una crisis de esta envergadura no se sortea en un año y, que, por lo tanto, al menos, el 2024 y el 2025 serían difíciles para los colombianos y, en consecuencia, para el proyecto petrista.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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