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Alfonso Monsalve Solórzano

La metáfora del león y la zorra.

Hoy, 7 de agosto, Petro asumirá la presidencia. Evoco en este día a Maquiavelo, quien dijo en El Príncipe, capítulo 18, que el deber moral de un gobernante es mantener el poder, sin importar cómo lo haga: mentir, engañar, amedrentar y utilizar la fuerza, contra sus enemigos. Su teoría es un ejemplo de manual de ciencia política; no dice cómo debe ser el gobernante para que responda a un ideal de bondad o de justicia, cosa que hace la filosofía política, sino que describe, basado en los hechos y ejemplos, cómo se comporta aquél si quiere conservar el poder; en efecto, no puede actuar como justo, magnánimo o bueno, si las circunstancias exigen lo contrario, pero estas virtudes son necesarias, si aquellas lo ameritan.

Pero los estados democráticos liberales han evolucionado en cuanto a los valores políticos que deben encarnar los gobernantes, respecto a las repúblicas renacentistas del norte de Italia en las que vivió Maquiavelo. Ya las formas de la democracia encarnan en su estructura jurídica valores como los derechos y libertades democráticas y la fidelidad al sistema, la cual permite la creación de la confianza necesaria para que la ley funcione y se diriman los conflictos en esa sociedad que es plural por excelencia sin apelar a la violencia. Esto significa que las sociedades democráticas han ido convirtiendo en el ser de la política el deber ser de la filosofía liberal democrática

Ahora bien, para que esto ocurra, el aparato del estado, pero también, la manera de hacer política de gobernantes y gobernados, se han ido modificando. Esto aplica tanto a los mandatarios como a los aspirantes a hacerlo: hay programas de gobierno que se supone se deben cumplir porque quienes ganaron las elecciones consiguieron el voto mayoritario con base en ellos; y si no se ejecutan, es necesario explicar el cambio de las circunstancias que exigieron imperativo no efectuarlos. Los ciudadanos, además, han de estar adecuadamente informados sobre las distintas propuestas, para que puedan decidir sobre éstas y hacer control a los vencedores, lo que, a su vez, implica, que las promesas corresponden a las intenciones reales de quienes las presentan; no caben la mentira y el engaño, ni en los gobernantes ni en los candidatos en las justas electorales.

No obstante, para llegar a ser Príncipe, en un estado democrático, Petro usó las viejas recomendaciones del florentino, presentadas con el empaque marxista leninista, derrotada por la historia, de la combinación de todas las formas de lucha: legal e ilegal, verdades y mentiras, a demanda, etc.

Este es un ejercicio que intenta probar este aserto, por su valor predictivo, en la idea de que los colombianos estemos preparados para lo que posiblemente nos espera, porque, como dicen las mamás colombianas, por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo. Veamos:

Quedaron las mentiras y los engaños, así como las verdaderas intenciones, en los videos días antes de las elecciones presidenciales presentados en su momento por la Revista Semana, en la que se muestran las campañas de difamación a los candidatos oponentes, apelando a la mentira, la calumnia y el acoso a la familia;  o en la maniobra para desmentir la visita a las cárceles para promover el “perdón social” con los grandes grupos armados ilegales narcotraficantes y otros delincuentes, engañando a los ciudadanos porque en la realidad es que sí lo estaban impulsando, con unos propósitos y una agenda que no son de conocimiento público; o en el apoyo a las invasiones de terrenos productivos, apelando a la “negociación” con sus promotores, cuando en la campaña se dijo que los predios adecuadamente explotados no serían objeto de expropiación; o al desaire a los alcaldes reunidos en Bogotá, como un mensaje de ajuste de cuentas por su presunto apoyo -desmentido hasta la saciedad- los candidatos Gutiérrez, Fajardo Hernández; o con la enunciación de libertad de pensamiento mientras prepara la versión de la historia única de la Comisión de la Verdad.

El uso de la fuerza de los ganadores estuvo al orden del día siempre, desde el inicio del gobierno de Duque, como lo analicé en mis dos anteriores artículos. Así, en esa campaña se utilizó la estrategia del león y el zorro de la que habla Maquiavelo:

De tal manera, ya que se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que el príncipe se transforme en zorra y en león, ya que el león no sabe protegerse de las trampas ni la zorra de los lobos. Hay, pues, que ser zorra para conocer las trampas y león para espantar a los lobos, mas no dejar que este animal guíe las acciones, ya que demuestran poca experiencia. Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses, menos cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si todos los hombres fueran buenos, este precepto sería execrable, pero como son perversos y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legítimas para disfrazar la inobservancia. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltos inútiles por la infidelidad de los príncipes, quien mejor ha sabido ser zorro, ése ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien, ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y se aferran a las necesidades a tal grado que, quien engaña con arte hallará siempre gente que se deje engañar”.

En la campaña, cuando la fuerza (el león, vestido de tomas, asesinatos de civiles, militares y policías, bloqueos, destrucción de los bienes urbanos) había cumplido su papel, en medio de una pandemia, le llegó el momento al zorro. ¿hasta cuándo? Hasta cuando esta estrategia falle. Entonces, el león estará listo.  Ojalá, insisto, me equivoque, por el bien de los colombianos, en especial, los más vulnerables. Pronto lo sabremos. En cualquier caso, si el hambre, la miseria y la falta de libertad asuelan a país, el lavado de cerebro no funcionará y la resiliencia de los colombianos saldrá a flote. De eso sí estoy seguro y el rumbo del país se determinará en la magnitud de ella.

Publicado en Columnistas Nacionales

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