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Luis Alberto Ordóñez*

Una de las estrofas más bonitas de nuestro himno nacional hace honor a los soldados de la independencia que en total desigualdad lograron imponerse a un enemigo poderoso, bien equipado y preparado. “… su varonil aliento de escudo les sirvió…”. Eran los soldados colombianos liderados por nuestro libertador Simón Bolívar que como hoy en día, después de doscientos años, siguen, de generación en generación, dando todo de sí mismos para defender la libertad, el orden y la tranquilidad de la patria. Ahora, en la peor crisis de seguridad que se recuerde, donde bandidos asesinan sin piedad alguna, roban por doquier y se burlan de las autoridades y de la justicia, se requiere nuevamente del militar para apoyar a la Policía Nacional en momentos donde sus sacrificados servidores se ven insuficientes para contrarrestar los desmanes y ataques a la sociedad.

Como en aquella época salen a las calles sin coraza, deben proteger a los ciudadanos de bien solamente con su casco y su fusil de dotación, es lo que requieren para su misión fundamental; la defensa de la soberanía nacional. Sin embargo, los enemigos que deberán enfrentar en esta nueva misión son peores que los que contempla cualquier hipótesis de guerra regular para la que se les prepara; estos son desalmados que no valoran la vida de nadie, disparan sin preguntar, asesinan por un celular y apuñalan por la espalda a servidores públicos, hombres, mujeres o menores de edad, y lo peor, se mimetizan entre la gente de bien, es decir no son fácilmente identificables.

Esos militares, como en la lucha por la independencia, están dispuestos a darlo todo, inclusive su vida, que muy pocos valoran en este país, para cumplir con su labor. En buena hora la alcaldía de Bogotá decidió solicitarlos y el gobierno nacional autorizarlos; un Estado debe responder con todo lo que tenga disponible para garantizar la vida e integridad de sus ciudadanos. Sin embargo, a diferencia de aquellas épocas gloriosas en la actualidad deben defenderse, no solamente de los delincuentes, también de leguleyos, politiqueros y enemigos agazapados en organizaciones supuestamente de bien, quienes estarán atentos a cualquier equivocación, error o daño colateral para venirse lanza en ristre contra las instituciones militares y denunciarlas ante la comunidad nacional e internacional, condenando a priori, sin debido proceso o presunción de inocencia: difícil, muy difícil ejercer la autoridad así.

Su misión, hasta donde se ha expresado en medios de comunicación, es la de hacer requisas, retenes y apoyar la labor de la Policía Nacional; hasta ahí digamos que todo parece muy claro, sin embargo, hay que recordar que, en dos requisas, una en la carrera séptima con calle 80 y otra en el sur de la ciudad, sin mediar palabra los bandidos dispararon sin piedad contra los agentes de la Policía Edwin Caro y Humberto Sabogal sesgándoles la vida. También vemos con estupor y preocupación que el Esmad, más especializado y mejor protegido, es atacado con armas letales no convencionales como piedras, bombas incendiarias, acido, entre otras, pero además los agreden con rayos laser, cuchillos, machetes, tubos metálicos, cuando no los derriban con patadas voladoras y golpes mortales por la espalda. Ellos, los Policías y ahora los Soldados, también son seres humanos, les duele, les da miedo que los lapiden y están sometidos a mucha presión. Ellos tienen familias por las que deben responder y van a las calles no por gusto sino porque se lo ordenan, su vida e integridad también valen. ¿Deben dejarse maltratar, agredir, lesionar o posiblemente asesinar antes de poderse defender e imponer la autoridad, so pena de ser acusados de exceso de fuerza?

Preocupa que la señora alcaldesa, quien ahora los solicita, después se venga en su contra y critique a toda la institución militar por el actuar equivocado de alguno, como hemos visto con la Policía Nacional. En el manejo del orden público hay roces, altercados y violencia, nadie apoya abusos o excesos, pero van a presentarse situaciones donde lo mínimo es que a la Fuerza Pública se den las garantías que tiene toda persona para defenderse y que por ser situaciones especiales deben ser atendidas por expertos; por eso existe la Justicia Penal Militar y Policial. Nadie ajeno al quehacer puede ser objetivo en juzgarlo, sobre todo en un país donde prestar el servicio militar “obligatorio” es la excepción y no la regla. Pregunto: ¿cuántos, de quienes atacan el actuar de la autoridad, han estado en su papel para que entiendan lo que se puede sentir al ser apedreado, golpeado o maltratado?

Bienvenidos los soldados, la población los respeta, aprecia y sobre todo los necesita. Que no los vayan a utilizar y luego se vengan en su contra para acabarlos y desprestigiarlos. Casos hay: recuperación del Palacio de Justicia, el conflicto armado de cincuenta años, entre muchos otros, donde después de alcanzarse la tranquilidad los causantes gozan del poder y los militares de la cárcel. 

*Vicealmirante (r) Ph.D.

Publicado en Columnistas Nacionales

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