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Hernán González R. 

Las ideas de este complejo, contradictorio y destructivo pensador son responsables de ríos de sangre y de océanos de lágrimas. Karl Heinrich Marx nació en una familia judía en 1818 en Tréveris, Alemania y falleció a los 65 años, en 1883 en Londres, Gran Bretaña.  Su padre fue un rico abogado. La familia se convirtió al luteranismo. Ingresó a estudiar derecho, pero muy pronto se cambió a estudiar filosofía. Recibió un Ph. D. en la Universidad de Sena, pero renunció a la idea de ser profesor. Se casó con una prusiana aristocrática, Jenny von Westphalen, hermana del Primer Ministro del Interior de Prusia, quien persiguió a los socialistas, no fue un matrimonio feliz.

En París trabajó como escritor independiente, pero muy pronto lo expulsaron por sus enfrentamientos con los socialistas franceses. En Bélgica corrió igual suerte. Aterrizó, finalmente, en Londres, cuna del capitalismo colonial, donde vivió con interrupciones, odiando el capital de los judíos, “a quienes llamaba como una raza de micos locos por el dinero”. Tampoco simpatizaba con los rusos.  Ver Referencia.

Como estudiante, su acaudalado padre, Heinrich Marx, le entregaba anualmente el doble de cuanto un estudiante de clase media requería para vivir en Bonn o en Berlín. En una carta a este le cuenta: “soy una persona infeliz”, y su padre le contesta: “Para ser franco, odio la expresión infeliz, usada por los débiles que están disgustados con la vida, porque no pueden conseguir sin esfuerzo morar en hermosos palacios, movilizarse en elegantes carrozas y poseer millones en su banco”… y en otra carta le dice: “si tu corazón no es puro y humano, se apodera de él un genio diabólico… y desaparecen las mayores esperanzas de mi vida”.

La personalidad del fundador del socialismo y del comunismo no parece no haber sido muy atractiva era un esnobista, un conversador brillante que dominaba los temas con sus cometarios cáusticos. Heinrich Heine decía que era un ´ateo endiosado´. Nadie podía atreverse a contradecirlo. Era gordo y grandote, con una frente amplia y una enorme barba negra enmarañada. Sus grandes amigos fueron Frederich Engels, el rico textilero presbiteriano y August Philips, un banquero holandés, calvinista.

Un detective prusiano que fue enviado a Londres a averiguar sobre la vida de este padre del socialismo informó: “Lleva la vida de un gitano. Bañarse, peinarse o cambiar sus prendas interiores son un raro evento para él… si puede emborracharse, se emborracha… duerme durante el día y permanece despierto durante la noche…  no le importa si la gente va o viene… si usted ingresa a su casa debe estar acostumbrado al humo del tabaco y de la chimenea”.

Trabajó como corresponsal del diario New York Tribune.  Ganó algún dinero dando clases de idiomas. Trató de jugar en la Bolsa de Valores de Londres, pero fracasó.  Engels fue su ´ángel´ financiero, así como en numerosos otros aspectos.

La esposa de Marx, la fiel Jenny, intelectual destacada, lo acompañó en dificultades imposibles de describir, como haberle arruinado su salud completamente. Tuvo ocho hijos. Uno de ellos murió por culpa atribuida a la pobreza de la familia. El primer volumen de su libro El Capital fue publicado durante su vida. Para redactar dos capítulos de El Capital se demoró 14 años. Engels se encargó de publicar el resto.

Jenny la mayor de las hijas de Marx murió de cáncer a la edad de 39 años, era el amor de su vida, Karl Marx la sobrevivió solo dos meses. Laura, por razones desconocidas, se suicidó junto con su esposo. Eleanor, la tercera hija, también se suicidó. No otra cosa se podía esperar de un padre que escribió en algún poema: “somos micos de un dios de hielo”.    

En la disertación doctoral de Marx sobre Epicuro, el filósofo griego y materialista, quien hizo de los placeres sensuales el principal fin de la vida, cita Marx algunas líneas en las que Prometeo la emprende contra los dioses y ridiculiza la idea de obedecerle al dios Zeus, demostrando así que será la estrella guía hasta su muerte la revolución contra Dios y contra el orden existente, y que su relación con las otras personas continuará siendo juvenil, o quizá, infantil.

Referencia. Portrait of an Evil Man: Karl Marx. Autor: Erick von Kuehnelt-Leddihn.

Publicado en Columnistas Nacionales

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